Sangrienta Malvenida ha llegado a el inframundo y de una patada ha abierto el Tartaro, liberando toda clase de escupitajos de sinceridad, disparates encerrados por una eternidad, luces y sombras de historias contadas que jamas fueron oídas. Sangrienta Malvenida le ha dado una oportunidad a toda ese mundo encerrado entre Occipital y Frontal, Parietal y Temporal. Ese mundo caótico deseoso de adquirir vida propia, acaba de hallar una nueva oportunidad. Sangrienta Malvenida no sabe que lo ha hecho, pero lo ha hecho.

Aquí empieza la función!

Mi querida invasora.

miércoles, 11 de abril de 2012

Por: Prometeo


Se nota que es invierno. No ha llovido demasiado, pero se mantiene ese tinte de color gris en el cielo, y un frio que busca cualquier sector sin cobijo en el cuerpo para invadir la piel de forma avasalladora.
La mayoria considera estos cielos como tristes, no pueden imaginar que el dia sonria de forma tan opaca. En parte, tienen razon, la falta de luz entristece el espiritu. Pero no es solo la falta de luz, tambien es esa falta de calor, ese frio que deja la debilidad de nuestra piel al descubierto. Para los solitarios como yo, estos dias nos evocan repetidas veces la angustia de nuestra cotidianidad, abrazados nada mas por un abrigo, o con el roce de nuestra propia piel. El invierno siempre sera mas crudo para la gente sola, por que el mayor escape a este es el calor de otra persona.
Me encontraba yo, caminando desde la universidad hacia mi pequeña casa. Pequeños y grandes charcos de lluvias pasadas llenaban el ambiente de un azul grisáceo, semejando una esperanza a punto de morir, pero sobreviviendo aun, evocando la vida misma, que luego de unos meses acabaría su trabajada labor y en una mañana cualquiera de primavera, una flor radiante nacerá y agradecerá cada lagrima de aquellas nubes que le han dado la posibilidad de vivir. Pero aun es invierno y debemos soportarlo para poder por fin oler el perfume de esas flores que tanto sonríen a nuestros corazones. Es necesario resistir el invierno.
Cuando por fin llego a la puerta de mi casa, saco las llaves de mi bolsillo derecho y realizo el proceso correspondiente para abrirla. Cuando esta por fin cede, contemplo la habitacion principal, que contiene el living y la cocina y una sola puerta que da a mi habitacion. El lugar es bastante simple, apenas tengo lo necesario en la cocina, una pequeña mesa, un sofa, un perchero y una caja con libros.
Dejo las llaves sobre la mesita y el abrigo en el perchero, y me dirijo a mi habitacion, hoy sera mejor pasar la tristeza del dia en el abrigo de mi cama.
Al entrar a mi habitacion inmediatamente me fijo en mi cama y veo un bulto bajo las sabanas. Al acercarme, veo a una mujer de dulces rasgos que duerme placidamente. En su rostro dormido, no descansaba una sonrisa.
No tenia idea de como habia entrado, ni que hacia durmiendo en mi cama, pero no pude ni preguntarme ya que estaba absorto, maravillado viendola dormir. Luego de unos cinco minutos, ella abre los ojos, sin dejar de sonreir, se apoya contra la pared sentada y me hace un gesto para que me siente a su lado.
Me sente sobre el colchon, sobre las sabanas que aun la cubrian a ella. Era una total sorpresa encontrarla ahi, tanto, que ni siquiera me moleste en preguntarle que la tenia aqui.
Conversamos largo rato y nos miramos a los ojos fijamente cada cierto periodo de tiempo. Entre risas, sorpresas y mi alegria, se fueron pasando un par de horas, a lo que ella se levanto, me abrazo fugasmente, como asustada de que la tome entre mis brazos, se coloco el abrigo y finalmente se fue.
Ha sido una alegre sorpresa, pero ahora que no esta presente, las preguntas irrumpen reclamando protagonismo, buscando una explicacion tanto al motivo de su estancia, tanto a como ha entrado. Pero peor aun que las tediosas preguntas, es que, ahora que se fue, empiezo a sentir nuevamente el frio terrible de este dia, y comienzo nuevamente a sentirme increiblemente solo, como si hubiese perdido la costumbre.

No acostumbro a la compañia en dias como estos, menos aun a compañias en mi cama. Vivo solo y tengo un circulo social muy pequeño. Me respugnan las grandes convenciones. Siempre acaban por llegar a apoteosicas condescias, y si detesto algo, es la condescendencia y la indiferencia. Preferiria mil veces que me odiaran fervientemente a que repitan ese asqueroso monosilavo sin conviccion.
En fin, estoy cansado, sera mejor que me duerma.

Hoy vengo de vuelta, nuevamente de la universidad, acompañado como habitual de esta epoca, del frio. La preunta hoy es ¿Lo de ayer habra sido un hecho particular? ¿Volvere a encontrarla hoy, durmiendo en mi cama?
Las nubes a paso lento, se muestran serias en el cielo, oscuras, como conteniendo el llanto, conteniendo una tristeza profunda, como aparentan a su lejanía. Al cabo de quince minutos, por fin, consigo llegar a la puerta de mi pequeña casa. Entro a prisa y dejo el abrigo en el perchero y me dirijo a mi habitación, encontrando nuevamente este dulce bulto en mi cama.
Me acerco ansioso y me siento en el piso, contemplando sus dulces movimientos de respiración, y luego de unos cinco minutos, ella abre sus ojos y sonriente se apoya, como ayer, en la pared, e invita a sentarme. Me siento, cubriéndome en parte con las sabanas que aun la cubren a ella, y sonriendo comenzamos nuestra rutina de miradas, risas y contemplaciones. Su forma de mirar me cautivaba, me envolvía y se metía dentro de mi, generando una llama inmensa en mi corazón. Me llenaba de plenitud, de calor, de alegría, de malicia.
Luego de un par de horas, ella repitió el proceso, se levanto, lista para partir. Pero esta vez, sonriente, acerco su boca hasta la mía, quedamos a apenas centímetros, e inmediatamente retrocedió, liberando una carcajada de miel y se marcho.
Apenas abrió la puerta mientras salia, el frió y la soledad entraron rápidamente y con el sonido de la puerta al cerrarse, resonaron automáticamente una serie de preguntas.
¿A que jugaba esta dulce mariposa invernal? ¿Que quería de mi? ¿Cual es la intención de este cambio de un hecho particular a una conducta?
Lo cierto es que este asombro se unía junto a mi deseo, y cualquier reflexión, siempre tendía hacia un propósito ultimo, que era el comprender y en base a ello, saber no dañar una posible fragilidad del mantenimiento de esta conducta.
Deambule largo rato por la casa, reviviendo (o al menos intentándolo) aquel suceso extraordinario. Me ayudaba a pelear con el frió, me ayudaba a hacer de la jornada algo mas ameno. Pero bajo esta reconstrucción lucida de estos recuerdos, se anidaba un mortífero veneno, que avanzaba dulce y lentamente con cada sonrisa. Este veneno, no era otra cosa que el choque con mi cotidianidad, con mi realidad común, con el resto del día que sobrellevaba en pleno frió y soledad. Es decir, lo particular venia y escupía lo general, en mi vida, un escape de lo tradicional hacia mi común presente, un hastió tremendo, y así, nacían las ganas de reiterar dicho escape, y sin siquiera darme cuenta, ya estaba ansioso por el día de mañana, ya me sentía desocupado, ya comenzaba a sentir el fatigante paso de la espera, sin nadie a quien reclamar esta demora a mis deseos, salvo a mi, por  desearlo.

Luego de un café y un cigarrillo decidí continuar con esta liberación de ideas al calor de mi cama. Y cuando me acosté, evidencie un cambio en esta, aunque no podía explicar con claridad cual era la distinción. Simplemente mi lecho, ya no era el mismo. Luego de un rato, caí dormido.

He estado un tanto distraído en la universidad. Cualquier cátedra deriva en una profunda unidad de la vida y la existencia completa, y fácilmente, el recuerdo de la invasora asomaba ante cualquier planteamiento.
Ahora camino a casa, la lluvia cae ligeramente y el frió aprovecha la oportunidad de penetrar hasta por las ropas que protegen mi fragilidad. La lluvia no solo nos limpia, también nos deja expuestos, susceptibles.
A cada paso que doy, la lluvia aumenta su intensidad, y cuando por fin llegue a casa, la ligera lluvia ya era torrencial.
Abrí la puerta, me quite el abrigo colgándolo a la rápida en el perchero de la entrada, y me dirigí rápidamente a la habitación, encontrando una vez mas con la sublime sorpresa de que mi cama no estaba vacía. Me senté a observarla, evidenciando una nueva costumbre en base a su costumbre, y me quede mirándola.
Nuevamente, luego de cinco minutos, abrió los ojos, se levanto, esta vez apoyándose en la pared que da a lo extenso de la cama y me invito a acompañarla. Nos sentamos ambos sobre las sabanas y comenzamos a conversar largo rato, variando las miradas entre nosotros y la contemplación de la ventana donde se apreciaba la lluvia caer.
De pronto, ella apoyo su cabeza en mi hombro, y yo, tratando de responder correspondientemente dicho gesto, trate de abrazarla con uno de mis brazos, a lo que ella sonriente, me repelió con una sonrisa sincera y alegre. Intente preguntarle que pasaba, intente convencerla de mi abrazo, todo con la mirada, ni una palabra era necesaria.
De pronto ella hace que me levante, se metió bajo las sabanas y me invito a acostarme junto a ella. Intente abrazarla, pero ella, en todo momento que intentaba entregarle ese regalo, mi calor, con una mano sutilmente me rechazaba, siempre con una dulzura extraordinaria. Quedamos escondidos bajo el edredón, sin tocarnos, mirándonos siempre a los ojos. De vez en cuando ella acariciaba mi pelo o mi pecho, pero nuevamente, cuando intentaba acariciar una de sus mejillas, me repelía una vez mas con su mano y esta vez, con una risa tremendamente encantadora. No podía culparla de no querer recibir mi cariño en ese instante, siendo tan encantadora conmigo.
Así estuvimos largo rato, hasta que finalmente ella cayo dormida y yo, me quede contemplando esa extraña sonrisa incesante, deseando como nunca poder besar esos labios. Pero era inútil, no la besaría mientras dormía, yo quería su deseo, su vitalidad, jamas su pasividad. Luego de un indeterminado tiempo, caí dormido.
Al despertar, me encontré solo. Se había marchado mientra yo dormía. Era cerca del mediodía y la lluvia aun no cesaba desde ayer, aunque ahora era bastante mas ligera. Ese día no tenia obligaciones, realmente, no tenia nada que hacer.
Desayune rápidamente, preguntándome que es lo que pasaba con este invasora, mi querida invasora, que se negaba a recibir mi calor, y se limitaba únicamente a regalármelo. Me vi cansado en el encierro y luego de acabar las excusas para mantenerme en casa, decidí salir, levante el abrigo que estaba en el suelo, en la zona del perchero, seguramente lo he puesto mal, y salí.

Por la calle la gente camina apresuradamente. La lluvia ligera mas que malestar, se planteaba hoy casi como una caricia, por lo que mi paso era lento.
Paraguas e impermeables marcaban la pauta común en los ríos de gente, yo, extraño como de costumbre, casi ajeno, no concordaba en el paisaje. De pronto, al llegar a una esquina, la veo a ella, a mi querida invasora, caminaba con un paraguas, junto a una mujer que parecía ser su madre. Intente alcanzarla entre la multitud, pero cuando doblo en la siguiente esquina, la perdí de vista. Se había mezclado en ese mar de paraguas e impermeables. Ya no podía buscarla.
Estuve deambulando por el mercado un buen rato, no con la intención de comprar algo, sino que simplemente  buscando en que pasar esta tarde tan desocupada.
Suelo mirar entre las baratijas, los "cachivaches", tengo la idea de que entre todos esos objetos desechados, siempre alguno por ignorancia o por error, puede estar deshaciéndose de un verdadero tesoro. Hurgue con la mirada largo rato sin encontrar nada parecido a un tesoro, aunque si, un montón de gastados objetos que susurraban historias de sus viejos tiempos, y de como el infortunio les dejo así, pasando de un objeto estrella, a un cachivache.
Luego de largo rato mirando un rió que cruza la ciudad, decidí volver al calor de mi hogar, deseoso de encontrarme nuevamente a la invasora.
¿Quien sabe? Quizás el día de hoy no rechace ninguno de mis cariños. quizás el día de hoy deja de jugar y podemos fundirnos como un par de velas al fuego de este extraño fenómeno. Se diera como se diera, estaba ansioso.
A medida que me acercaba a casa, la lluvia iba bajando su intensidad y cuando por fin llegue, apenas caían gotas.
Abrí la puerta ansioso, deje el abrigo sobre el sofá y me dirigí a la puerta de la habitación. Tome la manilla y me dolieron los dedos de lo frió que estaba, la gire, ignorando esto y abrí la puerta evitando hacer mucho ruido para no despertarla. Con los ojos repletos de ilusión por contemplar esa sonrisa, entre a la habitación y dirigí mi mirada hacia la cama.

Estaba vacía y desarmada, tal como la había dejado en la mañana, tal como la encontraba siempre, antes de la aparición de mi querida invasora.
La lluvia ceso totalmente y el frió se abalanzo con fuerza sobre la ciudad. Ya no quedaba gente en las calles, la ciudad se mantenía en el silencio mas sepulcral posible.
Fue así, como ese dulce veneno invadió todo mi cuerpo y se concentro en mi pecho, quitándome el aire. Mi querida invasora no había regresado, y probablemente no la volvería a ver en mucho tiempo, tal vez jamas.
Desolado y entumido, tiritando de frió me tire en a cama, tratando de refugiarme. Y por fin, note lo que había cambiado en esa cama, mi cama. Estaba impregnada de su olor, y el colchón había adaptado ya su forma. Solo quedaban rastros, dolorosos recuerdos de su actual ausencia, fue así como vi que mi cama ya no era la misma, fue así como sentí, que algo hermoso había muerto, sin ninguna causa. Fue así, como sin siquiera poder llorar por mi tristeza abismal, me quede dormido, solo.

100 Publicaciones!

Bueno, bueno, bueno! Tengo el placer de anunciar que luego de todo este tiempo, hemos conseguido llegar a las 100 publicaciones en el blog! Cabe agradecer a cada uno de los escritores participantes y lectores sigilosos que han pasado. Sin mas que agregar, habrá que buscar la posibilidad de festejarlo muahahahaha.
Ahora, a seguir!

Se despide
Prometeo.

Nosotros

Por: Prometeo

Despertamos todos juntos por la tarde. Habíamos descuidado todas nuestras obligaciones, el cansancio que teníamos era abismal. En silencio nos levantamos y tratamos de hacer correr el día, mas sabíamos bien que era inútil. Hace tiempo habíamos llegado a un relativo consenso en nuestra perspectiva tanto de estos días, como de la vida completa. Temprano acabamos cualquier obligación y el ocio se asoma como uno más de nosotros en toda la tarde. Entre todos tratamos de matarle, de ignorar el paso desganado y lánguido del tiempo. Amamos sentirnos libres, pero detestamos sentirnos desocupados, sin nada que hacer para rellenar estas tardes absurdas. También odiamos las distracciones baratas, y no en precio, sino que en contenido mismo para nuestros adentros. La televisión nos da un mareo tremendo y escapamos de ella en cuanto podemos.
Pero hoy estábamos desesperados, resulta una tortura tanto tiempo de sobra, porque pensamos más de la cuenta y acabamos peleándonos entre nosotros.
Nos ganamos todos juntos en el sillón y encendimos el artefacto en cuestión, pero conseguimos poco y nada, aunque más de alguno se le escapara una risa furtiva, aunque débil.
Pero a mala fortuna nuestra, el sistema eléctrico fallo en toda la ciudad y regresamos nuevamente a la ociosidad total, peor aún, lucidos. Al estar y nada más. Y no es que hayamos depositado demasiadas esperanzas en el nefasto artefacto, pero ahora, las posibilidades estaban más que agotadas.
Odiamos el encierro, mas aun cuando no hay ninguna cuestión en que pasar las horas, así que luego de una silenciosa discusión decidimos salir.
Encendimos un cigarrillo y nos sentamos todos juntos en silencio, en el banco de una plaza. No era muy transcurrida, pero aun así veíamos pasar a la gente y jugábamos a imaginarnos que vida es la que vivian. A veces  envidiamos a esas personas, desearíamos muchas veces llevar la vida que ellos llevan, pareciese que el absurdo  paso del tiempo y la vida, no les desgasta ni importa demasiado.
Nosotros no podemos, puede ser por que solemos encerrarnos en nosotros, en nuestro grupo. Hablar con las demás personas se nos hace tremendamente difícil y por más que nos hemos esforzado por mejorar la situación, poco y nada hemos conseguido. A veces nos sentimos increíblemente solos, aunque no pasamos por alto, que al menos nos tenemos a nosotros.
Sí, nos faltan un poco esas vivencias amorosas-románticas, pero nos acostumbramos a vivir así. Aunque no podemos evitar nuestros instintos primitivos y añoramos más de una vez algún accidente, un encuentro casual, para sacarnos de encima el grito de nuestro cuerpo. Preferimos a estas alturas a las prostitutas por sobre las princesas, porque bien sabemos que tenemos poco y nada que ofrecer.
Fue así como se nos fue pasando la tarde, entre cigarrillos, siempre en silencio, característico de nuestra compañía.
De pronto la noche empezó a caer de forma rápida y densa, la falta de la luz hacia que el ambiente no opusiera la menor resistencia. Nos vimos asediados por una oscuridad maliciosa, que susurraba extrañas palabras silenciosas en nosotros.
Fue así como decidimos volver a casa, para tratar de escapar a un lugar seguro. Esta noche no era como las demás, sabíamos bien que el peligro se asomaba en cada expresión de esta oscuridad.
Unos cuantos nos levantamos, mientras otros tantos, nos quedamos sentados, como esperando a ver hasta dónde nos podía llevar este malicioso ambiente.
Fue así como comenzamos a discutir fuertemente sobre qué hacer. Jamás nos separamos, es casi un deber mantenernos siempre juntos, aunque no podemos negar que hemos abandonado a algún miembro del grupo a su suerte en alguna ocasión, cuando la cosa no aguantaba más para nosotros. Algunos se quedaron haciéndole fantasmagórica compañía a alguna mujer, otros se quedaron en una triste habitación, o en un paradero cualquiera, asumiendo que no tenían más que hacer con nosotros. No sabemos qué será de ellos, hoy asumimos que están muertos, ya que no supimos mas de ellos. Otras tantas veces, nos reencontramos con alguno de ellos, algunos nos acompañaban un rato y volvían a marcharse, otros volvían a unirse al grupo. Pero hoy no había acuerdo a niveles aceptables y el grupo no podía abandonar a todos los que querían quedarse.
Fue así como cada uno expuso su postura y sin tardar, luego de nulo acuerdo acabamos yéndonos a los golpes. Cada puñetazo era doloroso para el grupo entero, mas había que entablar esta lucha para poder llegar a una solución.
Quedamos malheridos todos, incluso aquellos que no participaron de esta pelea. Mientras tanto, la noche no esperaba a que llegásemos a acuerdo y fue haciéndose cada vez más espesa y negra.
Tuvimos miedo ¿y cómo no tenerlo? Si en noches como estas, todo puede ser, y el grupo completo podía verse muerto en una vereda cualquiera.
Entre todos nos levantamos y tratamos de vislumbrar un camino a casa, mientras otros tantos seguían discutiendo mientras caminábamos.
De pronto se escucho un ruido seco, como de un cuerpo cayendo a la acera. ¡Habían alcanzado a uno de los nuestros! Su cuerpo se desangraba en el pavimento y más atrás, en la espesura de la noche, vimos un par de ojos de una creatura sin forma. Comenzamos a correr aprisa, desesperados, debíamos mantener al grupo a salvo. Mientras tanto la bestia avanzaba silenciosa tras nuestros pasos, casi encima de nosotros. Fue así como llegamos a una esquina y perdimos de vista a la bestia.
Unos pasos comenzaron a escucharse y vimos la silueta de un anciano, que se acercaba a nosotros. Tenía el cabello canoso y los ojos semi cerrados. Su rostro estaba arrugado y tenía un terrible olor a gladiolos y cipreses.
“Es una noche peligrosa, joven, será mejor que regreses a tu casa pronto, nunca se sabe que se puede encontrar en noches así, mas aun estando solo”
Tenía razón y lo sabíamos, así que emprendimos rápidamente camino a casa, no vaya a ser que una idea furtiva llegue y mate a otro más del grupo.

Microbus

Por: Prometeo


Hay un sol. Un sol de mediodía, solemne, certero, seco, agotador. Por la ventana del microbús el viento entra sin fuerza, como cansado y desganado. Le recorre el rostro y los cabellos, más no se queda para hacerle compañía, es solo una tarea de reconocimiento del asiento del fondo.

Mas ¿Qué le iba a importar a él la compañía de ese viento o ese sol? ¡Todo es vano! Se repite en su cabeza, mientras el cansancio y la resignación se debatían la autoría de esa máxima.

¡Todo es vano! Repetía incesantemente su cabeza, mientras un pasajero se sienta a su lado. Esa es la clase de compañías que construye, muy a regañadientas. Esa compañía moderada, silenciosa, tan delgada que solo amerita presencia y no intención.

Como un reflejo, una costumbre o un habito, comienza a hacer deambular sus ojos en el microbús, sin encontrar respuesta o reflejo, tan solo un ambiente pasivo y lánguido que se deja contemplar sin el menor pero.  “Es como mirar un pozo” piensa en decir a su compañía, mas sabe bien que su boca no dirá una sola palabra. El pasajero a su lado se levanta del asiento y baja por las puertas del microbús, le ha abandonado, como todo aquel que hace compañía sin notarlo.

¡Todo es vano! Se vuelve a repetir mientras que de un rincón, una repetitiva música inunda el ambiente. Dirige su mirada a un par de asientos de adelante, directamente a una pareja.

“Míralos ¿No son semejantes a una comedia? Se miran fingiendo profundidad y se repiten pomposas y hermosas palabras de discursos memorizados. En este mismo instante, con esa absurda canción de fondo, le dice al oído que su belleza es como la de la luna, mientras ella sonríe tontamente. ¡Vaya imbécil! Estoy seguro de que este neo-poeta no solo ha repetido ese discurso una buena cantidad de veces, sino que además ¡Jamás mira la luna! ¡Podría fácilmente confundir un foco en un teatro, con la luna!

De pronto ve como esta pareja se empieza a transformar, en una pareja de seres grotescos, peludos, de ojos saltones y manos con cada uno de sus dedos fracturados. Se besan y salpican grandes cantidades de baba que comienza a inundar el microbús completo. Ríos de baba corrían y a medida que van tocando los pies del resto de los pasajeros, estos  se van transformando en estas bestias grotescas. “Me da nauseas este absurdo” dice mientras levanta sus pies del suelo, antes que la baba lo alcance.

De pronto, un grito desgarrador se escucha desde los asientos de adelante. Una de estas grotescas bestias gritaba horrorizada, tratando de cubrir sus saltones ojos con sus dedos fracturados. Todos los ojos del lugar se dirigen hacia esta bestia y luego, re direccionaron rápidamente su mirada al fondo del microbús.

El sintió como más de veinte ojos se incrustaban en su cuerpo. Las bestias iban sentadas de dos en dos. En ese momento, el miro al asiento contiguo y lo vio vacio. Todas las bestias comenzaron a gritar de forma horrible y el microbús se detuvo.

El miro el reflejo de la ventana y pudo percibir una figura humana, de ojos no muy grandes, dedos rectos y pelo únicamente en la cabeza. Fue así como entro en pánico, le habían descubierto.

Las bestias se levantaron de dos en dos, incluyendo la bestia que conducía y su copiloto. Todos se dirigían a la parte de atrás del microbús, todos iban contra él.

De pronto, el vidrio estallo de un codazo que él le dio, provocando un ruido sordo que detuvo por un segundo a las bestias. El salto por esta ventana y cayó entre los vidrios, algo magullado pero a salvo. El microbús retomo su marcha, ante la mirada de las bestias a través de la ventana.

El se limpio el pantalón y se dijo para sí mismo “Hoy en día ya no se puede ser un hombre solo”.

Viejo Otoño

Por: Prometeo

Era ya catorce de abril. La mañana corría tranquila, sin sobresaltos ni preocupaciones en la casa de los Domínguez. Don Eleuterio Domínguez llevaba largo rato en su cama, había despertado hace horas y se mantenía en su silencio reposado. Sus ojos ya no tenían ese brillo ansioso de sus juventud, solo quedaba algún destello de vivacidad, pero por lo general sus ojos reflejaban un estado de ensueño, una calma absoluta, a veces pareciese que ni siquiera estuviese allí.

La puerta del dormitorio se abrió y entro Juana, su hija menor, con la bandeja del desayuno que consta de una buena cantidad de panes tostados, un pequeño termo y dos tasas para mate.

Juana había llegado ya a los cincuenta y ocho años, pero no había perdido ese animoso carácter con los años, a pesar de llevar más de ocho años de viudez. Su cabello poco a poco perdía su color, pero aun se podía entrever la belleza y fuerza de este en sus mejores tiempos. Sus manos se conservaban casi intactas, jamás perdió la destreza con la que antaño construía hermosas artesanías, hoy ha re direccionado esa destreza y se ha dedicado a tejer.

Juana llevaba ocho años viviendo con su padre, Eleuterio. Cuando murió su marido quedo sola en su casa; casi no recibía visitas de su hijo Martin, que se veía agobiado constantemente en sus quehaceres y su familia. Fue así como Juana decidió volver a la vieja casa.

La vieja casa era tan o más antigua que Don Eleuterio, la había construido su padre y en ella se construyo y crio toda la familia Domínguez. Era una casa grande, de adobe. En ella podían vivir cómodamente alrededor de ocho personas, sin molestarse entre sí, mas hoy en día solo albergaba a Don Eleuterio y Juana. La vieja, Julia, la esposa de Don Eleuterio había muerto ya hace cuatro años.

Desde que Julia se marcho, la casa se había vuelto mucho más silenciosa. De vez en cuando Juana colocaba una vieja radio mientras tejía, leía el periódico o cocinaba. Otras veces venían Isabel, Sofía y Joaquín a visitar a su hermana y su padre, de Marco, Rodrigo y Úrsula llegaban noticias rara vez.  Más allá de esto, el ruido en la casa era casi nulo.

-¿Cómo amaneció hoy, Papa? –

-Bien, muchas gracias, Juanita, está un poco fresco nada mas... ¿Tu como amaneciste?

-Bien papa - abrió el termo y relleno las tasas del mate- tómese el matecito y saque pancito papa, se está poniendo cada día mas flacuchento

-Gracias

-Hoy voy a pasar a la feria a comprar pescado

-¿A qué hora va a llegar?

-¿Quién? No he hablado con los hermanos así que no se.



Luego de desayunar juntos en la pieza de Don Eleuterio, Juana ayudo a su padre a llegar al jardín y lo dejo en una banca, como solía hacer todos los días. Luego se ocupo de la limpieza, que no era demasiada, por que dos personas de edad ensucian poco y nada, y preparo el almuerzo. Luego de este, siguiendo la rutina habitual, Juana llevo a Don Eleuterio a la calle, donde en plena vereda tenia instalada una sillita, lugar donde pasaba las tardes de buen tiempo.

El sol brillaba delicado y una briza fresca acariciaba sus pocos cabellos y sus mejillas arrugadas, dando un ambiente tremendamente grato. Las hojas de los arboles, viejo Robles, caían delicadas y a las espaldas de la casa se escuchaba el choque del viento con los Álamos, dando un sonido melodioso.

Don Eleuterio miraba tranquilo, no leía ni jugueteaba con nada, simplemente estaba ahí, como esperando tranquilamente.

Por la calle pasaban numerosas personas que saludaban amablemente a Don Eleuterio, este les respondía siempre sonriente.

-¡Buenos días Don Eleuterio!

-Muy buenos días Ricardo ¿Cómo está la familia?

-Todos muy bien en casa ¿Y sus salud como esta?

-Como siempre, cansada pero no desanimada

Ricardo tenía ya veintisiete años. Don Eleuterio lo conoce de pequeño, de hecho, conocía a su padre cuando  este era un jovencito aun.

Va pasando tanto tiempo y las cosas han cambiado tanto, Don Eleuterio apenas retiene los recuerdos de todo lo que ha vivido y visto vivir. Ya no está para comparaciones, menos, el día de hoy. Hoy se ha puesto un traje especial, su favorito, ese que ocupa solo en ocasiones especiales, hoy recibe una ansiada visita.

Así van pasando las horas y Don Eleuterio sigue en esa silla, sentado, esperando su invitado, con los ojos llenos de ensueños.

De pronto, a lo lejos ve una mujer. Con esfuerzo, trata de distinguirla bien. Era una mujer de un cabello largo y castaño, brillante. Su figura era delgada, totalmente armónica y caminaba con un gesto especial, como dando un ritmo a cada paso. Cuando estuvo más cerca, pudo apreciar sus ojos, brillantes, soñadores, risueños. Esta mujer le evocaba el recuerdo de Julia en su juventud, en los tiempos de un romance infructuoso, al que nadie hubiese apostado nada, cuando era impensable que esa relación construyera esta enorme familia.

Pero bien sabia Don Eleuterio que esta no era Julia. La hermosa mujer se acerco y sin dejar de sonreír le tendió la mano. ¡Por fin había llegado su tan añorada visita! Don Eleuterio se levanto con esfuerzo, pero siempre sonriente y tomo la mano de esta hermosa mujer.

Fue así como comenzaron a bailar un vals en plena calle ¡Que importaba ya! Don Eleuterio estaba tan feliz que poco le importaba tropezar y romperse un hueso. La mujer miraba a Don Eleuterio con una coquetería inmensa, mientras este le respondía la mirada en medio de ese vals de otro mundo.

De pronto la mujer acerco su boca a la de Don Eleuterio y le dio un apasionado beso en su seca y gastada boca, y en ese ensueño Don Eleuterio fue cayendo cada vez mas hasta cerrar los ojos y perderse en su alegría.

Un viento paso con fuerza por el pasaje, los Álamos cantaron una melodía, junto con los Robles y las hojas de los arboles, ya cansadas se dejaron caer de su rama separándose cada uno de su gran árbol.

Fue así como ese día catorce de abril, Don Eleuterio recibió su tan ansiada única visita, a las afueras de su casa. Fue así, como una hoja mas, dejo el árbol y la rama, y dio paso a nuevos ciclos.

Concierto de Tripas.


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