Segundo
movimiento: Séptima Parte (1/3)
Por: Prometeo
-¿Glenn?
¿A qué se debe esta llamada? Es una tremenda sorpresa – y vaya que la era. No
hablaba con Glenn desde que me marche de mi antigua pequeña ciudad.
-Pues,
veras, hace un par de meses me he mudado a la ciudad. Así que me he decidido a
llamarte, a ver cómo andas- me dijo.
-Pues, me sorprende, no hemos hablado desde
que me marche… ¿Dónde conseguiste mi numero?- le pregunte. Es cierto, Glenn era
mi viejo amigo, pero debo admitir que nunca confié totalmente en él.
-Por
ahí, tengo una persona por estos lugares que me consigue información útil- me
respondió- Te invito una cerveza, el bar que está en la esquina entre Dominguez
y Alcayó, así podremos conversar bien. Búscame adentro, en la mesa de al fondo
del costado derecho, si no estoy, espérame allí.
-Pues,
no sé, me has tomado por sorpresa- le respondí
-Te
veo en una hora ahí, debo colgar ahora- Desde el otro lado del teléfono se
escucha como cuelga. Ya no está ahí.
De
seguro quiere algo, a mí no me engaña con el cuento de ponernos al día como
buenos amigos. ¿Y qué voy a hacer? Tengo todo el jodido día libre y nada que
hacer, salvo esto, que no resulta demasiado emocionante, aunque despierta mi
curiosidad. ¿En que andará metido Glenn ahora?
A la
mierda, tomo las llaves y salgo del departamento.
Mientras
camino entre las multitudes, en dirección al bar, veo caminando por la calle a
la misma tipa que ayer llevaba aprisa a un muchacho, hoy, con otro tipo que
reposa su mano en su cintura en su lento caminar. Paso rápidamente junto a
ellos, evitando pensar en Sofía y el burguesito. Es un asco identificarse con
especulaciones. Siento lastima por un tipo que no conozco, que quizás era
sencillamente un amigo de la tipa. Pero claro, tengo que interpretar todo de la
forma en que más me puede incomodar. Jodida cabeza la mía, se la pasa
haciéndome esto.
A
medida que voy llegando a la dirección indicada, el asunto de Glenn vuelve a mi
cabeza. Quizás no me he explicado bastante bien respecto al porque me produce
cierto conflicto la situación. En mi antigua ciudad, durante mi adolescencia,
en los años finales de la enseñanza media, conocí a Glenn. Era amigo de un
amigo mío bastante cercano, Roberto, un tipo tremendamente ingenioso de grandes
habilidades sociales. El tipo siempre se las arreglaba para conseguir favores,
conocía, no sé cómo, a gente que le ayudaba cuando estaba en dificultades.
Recuerdo en numerosas ocasiones que me salvo cuando me metía en problemas en la
escuela. Era un tipo en quien confiaba plenamente, antaño, algo parecido a mi
mejor amigo. Desde que me marche, tampoco le volví a ver, ni a saber de él. No
le di mi número a casi nadie, y no mantuve contacto con nadie de mi lugar de
origen (salvo las escasas llamadas con mi familia).
Un día,
luego de la escuela, Roberto me invito a unas cervezas junto con un amigo de él.
Cuando íbamos llegando a la plaza donde solíamos beber, veo a un tipo rubio de
mirada decidida. Cuando nos acercamos, se levantó, aún recuerdo la postura
altanera que tomo, como desafiando a todo el mundo, como diciendo “aquí estoy
yo y los voy a joder a todos”. En ese primer encuentro, vi como Glenn era
tremendamente inteligente, hilarante, además de gustar mucho de temas
interesantes. Tenía un sentido crítico muy fuerte, aunque poco sistemático.
Congeniamos fácilmente, pues en aquel tiempo, estaba en pleno apogeo de mi
rebeldía adolescente y Glenn, al igual que Carlos, parecían los compañeros
precisos ante el mundo lleno de ridiculeces que dominaban (y dominan aun).
Así,
con Glenn y Roberto nos hicimos más cercanos, nos reuníamos recurrentemente a
beber, charlar de mil cosas curiosas, hacer una que otra fechoría de
adolescente rebelde que cree que cambia el mundo por hacer una tonta maldad.
Pero
con Glenn, a diferencia de con Roberto, no podía confiar plenamente. Siempre
veía como no tenía consideración con nada ni nadie cuando se le ponía algo
entre ceja y ceja, de modo que muchas veces, pude ver que nos utilizaba para
sus propósitos, y cuando las cosas salían mal para mí y para Roberto, para
Glenn, casualmente, salían bien. Siempre en cada acción, Glenn se las arreglaba
para sacar el mayor provecho posible para sí, y si para ello, tenía que hacer
que nosotros perdiéramos o quedáramos mal, lo hacía sin inmutarse. Roberto lo
notaba, lo sabía, aunque nunca dijo nada al respecto. Yo era el único que se
enfrentaba a Glenn cuando notaba que incurría otra vez en usarnos, y me
encargaba de cambiar los planes de Glenn para que todos perdiéramos si es que
era un fracaso, y si es que ganábamos, ganáramos lo mismo. Siempre estuvo el
constante roce entre Glenn y yo respecto a lo que hacíamos y como lo hacíamos.
Siempre parecía cabrearse cuando estábamos en condición de igualdad, aunque no
decía nada al respecto. Cuando perdíamos todos por igual, solía reprocharme el
hacer las cosas sin seguir su método. A veces, cuando notaba que me salía de
sus planes, improvisaba sobre la marcha para colocar las piezas nuevamente a su
favor, y yo, tenía que hacer lo mío al respecto para colocar todas las piezas
en orden de todos. Por eso nunca confié totalmente en él. ¿Cómo pudo una
amistad sobrevivir a tamaña falta de confianza?
Disfrazamos de amistad una rivalidad profunda, acabamos necesitando esa
competición entre nosotros, por lo cual, nunca aspiramos a destruirnos,
simplemente, nos limitamos a pelear pequeñas batallas, como para medir nuestras
fuerzas.
Pero
Glenn era algo más que un oponente digno, era un tipo con los cuales si te
enfrentas, normalmente, tienes las de perder. Glenn sabia explotar y manipular
las debilidades del oponente para que las cosas quedaran a su favor. Aún
recuerdo como en repetidas ocasiones, cuando me gustaba una chica y Glenn lo
notaba, no tardaba ni una semana y ya se llevaba a la tipa a la cama, mientras
que yo, en semanas, con suerte había conseguido charlar con ella, o invitarla a
salir sin conseguir ni un jodido beso. Siempre fui un tonto con las mujeres, no
sabía cómo hacer lo que todos hacían con normalidad. Glenn lo sabía, y
explotaba eso para hacerme sentir, casi siempre, inferior a él. El tipo era un
as con las mujeres, principalmente porque era un excelente mentiroso y tenía
una estética cercana al modelo que mostraba la máquina. Cuando les conté que me
marchaba a la gran ciudad, me dirigió una mirada de desprecio y no comento nada
al respecto. Luego me marche y no volví a saber de el hasta ahora.
Llego
al bar y entro, no parece muy repleto, suena rock pesado de fondo. Una vez
adentro noto como se clavan varias miradas en mí, de varios tipos que beben
solos y luego se dan la vuelta para seguir bebiendo. La gente que está en grupo
ni siquiera nota que he entrado. Busco el lugar indicado por Glenn, una mesa
alejada, con una lámpara defectuosa que parpadea constantemente e ilumina a
duras penas. Esta vacía, Glenn aun no llega. Me siento en ella y enciendo un
cigarrillo para esperar.
De
repente, por la puerta un tipo de terno entra dubitativo, mirando el ambiente,
lleva un maletín de cuero. Mientras examina el ambiente, me ve a mí en la mesa
y comienza a acercarse, un poco tembloroso. Al llegar, me queda mirando y con
la voz media quebrada, como sin saber que decir
-¿Señor
Aredio, no?-
-Se
equivoca señor- le respondí
-No,
esto… Señor, he hablado con el señor Fernandez, él me ha dicho que usted es el
especialista en esto… Me ha dado una foto suya, no tiene por qué desconfiar,
vengo de parte de el…- dice muy incómodo.
-No sé
de quienes me habla.- le respondí, mirándolo extrañado. ¿Tendrá esto algo que
ver con Glenn?
-Mire…
voy a dejar este maletín sobre la mesa… ya sabe, ahí están los papeles y el
pago correspondiente… voy a ir al baño, usted revise tranquilo, para que
confié… a ver si a la vuelta, podemos hablar bien el trato, tenga claro que
este es solo el pago inicial, lo se…- dijo mientras colocaba el maletín sobre
la mesa. Acto seguido, camino nervioso en dirección al baño.
Miro
el maletín, parece relativamente costoso. ¿De qué trato estará hablando? ¿Cómo
es que me dice que me reconoce, que ha visto una foto mía? ¿Especialista de qué?
De seguro Glenn tiene algo que ver aquí, aunque no se bien porque ni cómo.
Al
abrir el maletín veo una gran cantidad de papeles, entre ellos, algo parecido a
un testamento. Junto a los papeles, veo varios fajos de billetes, una cantidad
equivalente a mi sueldo de dos años aproximadamente. ¿Qué carajos es esto?
-¿Es
que ya has cerrado el trato? Eso sí que no me lo esperaba de ti- dice una voz
Levanto
la vista y junto a mí veo a un tipo alto, de mirada tremendamente segura. Su
pelo era largo y la barba, no muy larga, le cubría los extremos de su cara, era
limpia y brillante, parecía un león rubio. Llevaba una chaqueta negra, una
camisa roja y una corbata negra, suelta. Era el maldito de Glenn, era
inconfundible.
-¿Qué
es todo esto?
-Sígueme
el juego y te llevaras tu parte- me respondió, mientras se sentaba junto a mí.
-¿Qué
trato es este? ¿Qué se supone que debo hacer? – le respondí.
El
tipo de terno sale del baño y al ver a Glenn en la mesa, coloca una clara
expresión de alivio. Se acerca sonriente hasta la mesa.
-¡Buenos
días señor Fernandez! – le dice eufórico a Glenn mientras me mira de reojo.
-
Disculpe la tardanza señor Ramirez, vera, he tenido un contratiempo- le dijo
Glenn- Siéntese.
El
sujeto se sienta y nos mira, como esperando.
-Pues
bien, señor Ramirez, estamos entre caballeros, me parece que conviene que
explique su caso al señor Aredio- le dijo Glenn, señalándome con la mirada a mí.
De puta madre, ahora tengo apellido nuevo. El tipo coloca sus manos sobre la
mesa, aun nervioso.
-¿Qué
hago?- le digo al oído a Glenn
-Tu
solo escucha…- me respondió al oído, luego en voz alta dijo- ¡Tengo una sed
terrible! No sé si pueda hacer negocios con la garganta tan seca…
Ramirez
hizo una seña al cantinero, este envió a uno de los meseros.
-Una
cerveza por favor- le dijo.
-¿Tres
vasos?- le respondió
- Solo
dos, yo no beberé- le dije al mesero, este asiente y vuelve a la barra. Glenn
me mira sorprendido. Sofía me la ha jugado otra vez.
- El
señor Aredio, como le he dicho, es todo un profesional, no bebe cuando realiza
este tipo de negocios- dijo Glenn- Ahora por favor, continúe, cuéntele su caso.
-Pues,
vera, señor Aredio… Resulta que mi padre se encuentra muy mal, en las últimas
instancias de su vida. El problema aquí es que, debido a la senilidad de mi
padre, me he encargado de dejarle al cuidado de un par de enfermeras para que
lo cuidasen. Esto fue hace años… El problema, es que mi padre con el correr de
los años, fue nublando su juicio y, ante el trato de esas enfermeras, que
vivían con él, fue tomando mucho apego por ellas… tanto así, que hoy, en las
últimas instancias de su vida, me he enterado que ha cambiado su testamento
dejándoles la propiedad a ellas… La propiedad tiene un inmenso avaluó, mi padre
se rehusó siempre a venderla, o mudarse a otro lugar… Y ahora, estas mujeres sinvergüenzas se han
aprovechado del estado mental de mi padre y le han manipulado para quedarse con
la propiedad. Es por esto que acudo ante usted, señor Aredio… Pues, por ser su
único hijo legítimo, esa propiedad me corresponde a mí, no a esas enfermeras
muertas de hambre y aprovechadoras, esa casa me corresponde a mí...-Vaya hijo
de puta, su padre no se muere aun y ya está tratando de apoderarse de todo el
botín.- Seamos concretos… mi padre no está en su sano juicio como para elegir qué
hacer con la casa, y yo, como su única familia, debería heredar esa
propiedad... Lo peor es que ya tenía contemplado venderla, y así poder invertir
el dinero en mi empresa, en algo grande… Como ve, toda esta situación no
debería ser, se ha salido de los planes y es necesario hacer algo… Espero que
usted comprenda.
-A mí
me viene a que es un hijo de puta ¿Espera que cambie el testamento de su padre
y lo deje todo a su nombre?- le digo al oído a Glenn- Además de que no lo haría, ni siquiera sé cómo
hacerlo...
-Tú
dile que sí, no te preocupes, es un imbécil- me respondió al oído. Ramirez mira
nervioso como conversamos, parece asustarle mucho el no escuchar lo que
comentamos.
-¿Y
bien? ¿Qué me dicen?- pregunto inquieto
Le he
quedado mirando, con su solo testimonio ya les he tomado más confianza a las
enfermeras que a él.
-Dile
que si- me dijo al oído
-Bien,
lo hare- dije en voz alta. Ramirez lucia eufórico.
-Muchísimas
gracias señor, prometo que no se arrepentirá- me dijo sonriente
-Bien,
me alegro de que tengamos un acuerdo. Le dije que el señor Aredio era un tipo
serio- dijo Glenn mientras sacaba una tarjeta y un lápiz de su chaqueta, la
colocaba en la mesa y escribía algo, luego se la acercaba a Ramirez- esta es mi
dirección, venga a verme en una semana, el señor Aredio es un hombre ocupado,
pero se encargara de su caso para que esté listo la próxima semana.
-Muchas
gracias, señor Aredio, señor Fernandez…- dijo mientras se guardaba la tarjeta-
ahora tengo una reunión importante con una empresa, debo retirarme.
-Adelante
señor. Ya sabe, ni una palabra a nadie de esto, o perdemos todos, incluso
usted- le dijo Glenn. El tipo se sintió intimidado, se le ha notado.
-No lo
dude señor… nos veremos- dijo mientras se marchaba.
Glenn
se sirve otro vaso, revisa los papeles y cuenta el dinero.
-Explícame
que ha sido toda esta mierda- le dije.
Separo
el dinero, se levantó y le entrego un fajo de billetes al cantinero del bar,
con el que cruzaron un par de palabras. Pude ver como se mataban de la risa.
Al
volver, se sienta frente a mí.
-Ha
salido de puta madre ¿Viste como casi se caga en los pantalones cuando no oía
lo que decíamos?- dijo riéndose.
-¿Qué
es esto?- le insistí- ¿Vas a cambiar ese testamento? ¿Ahora te dedicas a esto?
-Sí,
me dedico a esto, pero esto, no es precisamente lo que parece. El imbécil no
conseguirá nada, no vamos a cambiar ningún puto testamento.- dijo riéndose
-¿Entonces?
¿Le hemos estafado?- le pregunto
-Lo
hemos jodido, así de sencillo. Ha pagado por algo que no recibirá y no puede decir
ni pio. Eso le pasa por imbécil, estos tontos creen que por tener algo de
dinero pueden hacer lo que sea.
-Entonces
la dirección es falsa-le dije
-Evidentemente-
me ha respondido mientras toma uno de mis cigarrillos en la mesa y lo enciende.
Saco uno y guardo la cajetilla.
-Y
bien ¿Qué mierda es esa de que no estas bebiendo? ¿Te has hecho abstemio?- me
dijo casi burlándose de mí. Enciendo mi cigarrillo, parece sorprendido.
-Claro,
jodidamente abstemio…-le respondo- entonces ahora eres un estafador.
-Sobrevivo
dándole lo que se merecen a los imbéciles, no jodo a los pobres si te preocupa,
de ellos no puedo obtener una mierda- me dijo mientras bebía de su cerveza.
-Ya me
imaginaba que no me estabas invitando para saber cómo estaba- le dije
-Pues
ha salido bien a fin de cuentas ¿o no?- dijo metiendo mano al maletín, mientras
se guardaba varios fajos de billetes en la chaqueta- te lo ganaste…
Coloca
el maletín abierto sobre la mesa, hay bastante dinero aun, de seguro equivale a
dos o tres de mis sueldos. También están todos los papeles que trajo el tipo
-Quédate
con el maletín, ve tu qué haces con los papeles- me dijo
-No sé
si quiero ser parte de esto, menos aun con lo del dinero- le dije
-Lo
que si sabes es que necesitas el dinero- me dijo- ¿Y quién no en esta puta
ciudad?
Tiene
razón, mi sueldo se consume más rápido que un puto porro.
-Además,
de seguro sigues con tus entretenciones morales, así que, ahí tienes los
papeles, puedes advertir a las enfermeras o quemarlos, que se yo- me dijo
-Está
bien…- dije mientras cerraba el maletín y lo dejaba bajo la mesa, entre mis
piernas. Le ha atinado, probablemente pase uno de estos días donde las
enfermeras, al menos, a conocer bien la situación.
-¿Y
bien? ¿A qué te estas dedicando ahora?- me dijo
-
Trabajo en una puta oficina de mierda- le respondí- aunque estoy libre por esta
semana.
-Una
mierda, por lo que veo – dijo riéndose- apuesto a que la paga es un asco…
-Seguramente
un tercio de lo que me has pasado, eso saco por un mes- le dije
-Y ese
dinero de mierda ¿En qué se va? ¿Alguna noviecita o algo? O al menos una de
esas que persigues y la única ropa que les sacas es la chaqueta- dijo matándose
de la risa. Hijo de puta.
-En
basura, el puto departamento, la comida, alcohol y drogas, eso es todo- le dije
-Bueno,
es algo al menos- dijo
-¿Qué
hay de ti? ¿Te has dedicado a esto desde que llegaste?
-No,
cuando llegue tenía un cuartucho de mierda en la periferia, no quería trabajar
para estos imbéciles y como tenía contactos, me enteraba de cosas interesantes
a las que podía sacar provecho
-¿Cosas
como que?
-Cosas.
Partí quitándole joyas a los muertos, las empeñaba y el dinero me alcanzaba
para andar decentemente. Luego fui haciendo otras cosas, engañando a un par de
imbéciles que se creían ricachones. Ahora vivo en el centro y no me quejo, bebo
todo lo que quiero y cuando quiero, me drogo si lo quiero, follo seguido. No me
hace falta mucho.
-Parece
que le has ganado a la puta ciudad.- le respondí
-Sí,
aunque no lo sé, creo que necesito algo nuevo, un desafío más grande- me dijo-
me está quedando chica esta vida tan acomodada.
En dos
putos meses había conseguido muchísimo más de lo que conseguí en tres putos
años.
-¿Sabes?
Me hace falta un compañero en estos asuntos, hace el show más convincente y
entretenido… Podría llamarte para cuando toque entrar en acción de nuevo- me
dijo. ¿Me está ofreciendo ayuda? En su estilo, claro está, aparentemente,
también saca provecho de aquello (Y que provecho, en un día se ha ganado más de
lo que me saco en medio año)
-No lo
sé… no sé si tenga madera de estafador, además ¿Si nos pillan? Nos vamos a la
mierda- le dije
-Tranquilo,
que eso lo tengo bajo control, seguramente has notado el dinero que le he
pasado al cantinero. Aquí, nadie ha visto nada. Nadie puede acudir a la policía
reclamando que le han estafado mientras trataba de romper la legalidad. No hay
registros, solo nuestras caras, la ciudad es grande, no tiene como pillarnos, y
si nos ve, no podrá hacer mucho. Además, siempre les meto el rollo de tipo
malo, al final, no es necesario ni gritarles para que se caguen en los
pantalones- dijo
-Aun
así, no lo sé, nunca me imaginé dedicándome a esto-
-No
vayas a salir con tonterías morales, ya has visto que nos fregamos a un
imbécil, según tu antigua concepción, se lo merecía.- me dijo- o ¿Es que la
vida en la gran ciudad te ha transformado en uno de esos “hombres de bien” en
esas “hormigas” que decías antes?
Mi
ideología de rebeldía juvenil, sin sistematizar mucho, acabo cediendo ante la
necesidad de sobrevivir en la ciudad. Claro, creo que mi cabeza ya se ha
recuperado un poco de la ebriedad del consumismo, aunque, de haber aparecido
Glenn el año pasado, de seguro le doy un no rotundo.
-Bueno,
bueno… siempre y cuando, sean tipos como estos, no esperes que estafe a alguien
que no se merece- le respondí. Quizás podía evadir tener que volver a esa puta
oficina. No quería seguir en medio del engranaje, no quería seguir siendo una
pieza útil, eso era claro.
-¡Bieeeeeen!
Pues parece que nos estamos entendiendo. En realidad, si miramos bien, mas allá
de cuestiones accidentales, nosotros siempre hemos sido muy parecidos, aunque
tú lo renegases; somos de la misma naturaleza, solo que tú no te dejas llevar.
Quizás, de ser un poco menos rígido contigo mismo, nunca te hubiese quitado a
todas esas tontas pendejas, tiempo atrás, quizás, hubiésemos acabado haciendo
inmensas orgias- dijo mientras reía. Aun creo que no, no somos iguales,
compartimos puntos en común, pero nuestra naturaleza es muy distinta. O al
menos, eso quiero creer.
-Bien,
bien, me encargare de que vuelvas a beber, la próxima semana, escuche de un
lugar interesante - me dijo- tal vez has
escuchado de el ¿Te suena el REM?
Algo
dentro de mí se retorció de un segundo a otro luego de escuchar su comentario.
Por algún motivo, me preocupaba profundamente la posibilidad de que Los
Maniacos acabasen conociendo a Glenn. No quería mezclar los asuntos, todo iba
tan raro que me daba la impresión que las cosas solo podrían complicarse mas
con ello.
-No me
suena a buen lugar- le respondí, sabiendo que el lugar era de puta madre si uno
quería alejarse de la ampolleta, luz odiosamente falsa, de la ideología social
reinante.
-Pues
me acompañaras, y de seguro volverás a beber- me dijo mientras lanzaba el humo
hacia arriba.
De
pronto un celular suena, Glenn saca un teléfono viejo y contesta.
-¿Qué?-dice-
¿Si? Pues bien, juntémonos donde ya sabes... en treinta minutos.- Cuelga.
-Te
marchas ¿No?- le dije, sin sorprenderme, ya realizo su trámite.
-Sí,
parece que tenemos un dato nuevo, te avisare cualquier cosa, ya sabes, próxima
semana en REM- me dijo mientras se levantaba.
Caminamos
hasta la puerta, la chica rubia del otro día está sentada en una de las mesas
con varias de sus amigas. Al pasar, mira a Glenn y se muerde el labio inferior,
luego me ve a mí, y cuando cruzamos las miradas me ha sonreído y me ha dado un
saludo con la mano. Le contesto el saludo con la mano y salgo del bar, me
despido de Glenn, y con el maletín en la
mano me dirijo a casa. Aparentemente, no se ha extendido demasiado el panorama
de hoy, otra vez estoy sin nada que hacer, el lado bueno, es que no tengo que
trabajar.
Comence
a caminar y sin darme cuenta las horas se fueron volando, camine, camine y me
perdi a voluntad, era eso lo que quería por un rato.
Aunque igual acabe volviendo a la puta casa. Abro con la llave el departamento y escucho el teléfono sonar, nuevamente.
Me acerco y me llevo el teléfono al oído
-¡ Prepárate!- La voz a través del teléfono es mi propia voz, y de fondo, se escucha reír a Sangrienta. Han cortado.