Personalmente creo, que todos tenemos derecho a elegir si queremos vivir. Así, con este modo de pensar, sería completamente poco ético que yo, como ser humano, que sé como es el mundo, trajera a la vida a un ser indefenso, y lo condene a una existencia tétrica, asquerosa y rutinaria: no es para nada agradable pasarse la mitad de la vida estudiando, la otra mitad trabajando, ¿cuándo te preocupas por ti? Lamentablemente en esta bazofia circular, lo más importante es el dinero, si tú quieres hacer algo interesante, obvio, tienes que dedicarte a estudiar algo, que muchas veces no será de tu agrado, para luego poder tener un trabajo que te ese ansiado dinero. Pero ahí el problema es otro, ya no tienes tiempo, y el gusto por tu sueldo hizo que te olvidaras de ti mismo. Cuando quieres volver a ser tú y hacer algo interesante para ti, ya estás muerto. La vida te dió un golpe de vejez, y ya no hay mucho que hacer... porque sigues sin tener esa asquerosidad a la que llaman dinero.
El pobre, no estudia. El pobre es explotado. El pobre tiene una mala atención en salud, mejor dicho, no tiene salud. El pobre no vive, sobrevive, y qué va, si los que tenemos las mínimas oportunidades, somos pobres de alma y no nos queda nada más que el sufrimiento.
¿Cómo traer a un bebé a este mundo tan injusto? Él, o ella no nos pide vivir, él o ella era un ser inocente que la sociedad pervertirá y corromperá hasta que se transforme en un monstruo y sea parte de él. Lo consumirá...
-Mamá, yo no te pedí nacer- No quiero que un día un niño me diga eso al igual como yo lo hice con mi madre. No quiero un día despertar y ver a mi hijo muerto, no quiero un día darme cuenta que no es feliz... pero en este mundo, no existe más que el pánico. La felicidad es una utopía muy hermosa, al igual que los derechos humanos.
-Mamá, yo no te pedí nacer- No quiero que un día un niño me diga eso al igual como yo lo hice con mi madre. No quiero un día despertar y ver a mi hijo muerto, no quiero un día darme cuenta que no es feliz... pero en este mundo, no existe más que el pánico. La felicidad es una utopía muy hermosa, al igual que los derechos humanos.
Sería ideal que existiera una cabina de suicidio como en Futurama, ¿por qué no? Sería todo mucho más fácil, y no estaría condenada a ser un intento de poeta maldito. No quiero que unos pobres niños tengan una cosa así de madre, y que mucho menos queden huérfanos a mitad de sus miserables vidas. Prefiero condenarme a la soledad eterna... o por lo menos hasta que me libere de la obligación de mantener mi alma unida al cuerpo.
Por Paula Cárcamo Villalobos
Por Paula Cárcamo Villalobos