Sangrienta Malvenida ha llegado a el inframundo y de una patada ha abierto el Tartaro, liberando toda clase de escupitajos de sinceridad, disparates encerrados por una eternidad, luces y sombras de historias contadas que jamas fueron oídas. Sangrienta Malvenida le ha dado una oportunidad a toda ese mundo encerrado entre Occipital y Frontal, Parietal y Temporal. Ese mundo caótico deseoso de adquirir vida propia, acaba de hallar una nueva oportunidad. Sangrienta Malvenida no sabe que lo ha hecho, pero lo ha hecho.

Aquí empieza la función!

El Limbo

domingo, 12 de febrero de 2012

Por: Prometeo


V


- ¿Estas verdaderamente segura acerca de esto?
-Si, Franz... Es lo mejor para todos, así no podremos seguir, no lo podremos soportar.
-Pero aun podemos... si lo intentamos, podemos seguir adelante, todos juntos
-No Franz, ya lo he pensado bastante, y no solo yo... no se atrevían a pedírtelo nada mas.
-¿Ellos también? Pero... ¿Y lo nuestro? ¿Y toda nuestra vida?
-Nuestra vida se acabo acá Franz, se acabo todo, no podemos seguir...
-Si lo hacemos no hay vuelta atrás, mariposita...
-Estamos seguros, Franz... Para que sea menos doloroso, por favor, llámeme por mi nombre en lo que nos queda, no sabes cuanto me pesa todo esto...
-Pero...

Ya no podía hacer nada, la decisión estaba tomada
-Y así es como te tiraron al tacho de la basura, por su miedo. Se ve cuanto vales para ella! jajajajaja
Admito que estaba destrozado, me pase el resto de los días aferrado a ese dolor que sabia se me escaparía lejos. No quería que todo se cayera al abismo...
-Y se cayo
No del todo, como puedes ver mIA.







Enciendo un cigarrillo. El humo sale disparado de la punta del cigarrillo, como quitándose su cascaron apresuradamente para volar ligera y tibiamente. Ya es libre.
¿Que hay de mi? La pregunta seria en realidad ¿Que hay del resto del mundo? De cuajo se han desaparecido, de la noche a la mañana, como cual cambio en una obra de teatro.
¿Quien podría querer presenciar tamaña macabra escena? Cuando se esta solo, se esta consigo mismo, cosa peligrosa para cualquier sujeto, por que nos evidenciamos muchas veces que no nos soportamos, que necesitamos hundirnos en los demás sujetos para no tener que mirarnos a nosotros mismos. Una velada consigo mismo suele ser intensa si se mantiene, si no se corta con el tarareo de una cancioncilla, con una reflexión lejana, ojala lo mas fantástica posible, con un objeto cualquiera que gana maravillosidad cuando el sujeto se ha dado cuenta que esta consigo mismo. Lapices que se muerden, que juegan a ser automóviles, patinetas, que se yo. Ese tipo de cuestiones son historias viejas ya para mi, yo he tenido mi compañía por mas de lo que quisiera. Me he amado, hasta el punto de sonreírme y querer recorrer cada rincón mio, me he odiado, hasta el punto de agarrarme a puñetazos y patadas en la cien, hasta convirtiendo una pared en mi.
No es que pueda decir que le he tomado cariño, tan solo me he acostumbrado a mi presencia, a mis descalabros, a mis objeciones, a mis manos cansadas, a mis ojos fijos, que no encuentran sentido a ningún rincón de mi rostro, mi cabello marrón y mis granos solitarios o acompañados que nacen para morir. Como casi todos, pareciese que nacemos para morir.

El cigarro comienza a quemar el filtro, lanzo la colilla al piso y la apago. Una vez mas me he perdido en el abstracto y he dejado mi realidad concreta de lado. Así se nos arranca la vida aveces, sin que lo notemos.
Para después quedara todo eso, ahora debo ocuparme de esta ciudad fantasma.

No hay autos por la calle, no hay ni siquiera animales. Lo único que queda es el ruido del viento que corre libre por la ciudad, con delicada fuerza, algo agotado. Los vientos que llegan  a la ciudad o están locos, o se perdieron, los vientos suelen evadir las ciudades.
Es temprano,  reconozco la claridad del día, evidentemente, debe ser poco mas de mediodía.

¿No es demasiado extraño esto? La ciudad no se vacía por que si, completa, ni animales. De haber una evacuación lo habría notado, tampoco creo estar tan lejano a esa realidad cotidiana que viven los hombres.
Vivir sin rumbo es una cosa, vivir desconectado es otra.

Podría ser un sueño. ¿No debería notarlo? Pareciese ser todo tan real, no me hago la idea de que todo esto no este pasando concretamente. Estoy pensando, en mis sueños suelo ser un actor con un guion memorizado, pero que no lo conozco hasta acabar de decir lo que tenia que decir. Bueno ¿No vivimos todos asi en cierta forma? Espero que no, me retuerce pensar que ni siquiera puedo ser libre.

De pronto a lo lejos diviso la linea superior del metro de la linea 4. Estación los Quillayes.
Para mi sorpresa, un metro avanza hasta la estación y se detiene. ¿Esta funcionando el metro? ¿No hay nadie pero el metro continua su funcionamiento? Tiene que ser un sueño, no lo parece, pero esto no tiene sentido lógico alguno.

Comienzo a caminar hacia la estación, si es un sueño, creo saber donde debo ir. ¿ Intuición o el guion susurrándole a mis ganas? Concreto hombre! Concreto! Caminemos sera mejor.

Camino por la vereda, por costumbre. Mas atrás esta la calle esfuerzo, pase un par de veces por ahí, parecía hacerle honor al nombre, aguantar la marginalidad no ha de ser tarea seca. Ahora voy cruzando la calle libertad. Me gusta cruzar esta calle, aveces me detengo a mirar el letrero, la calle misma. Pareciese que el asfalto respondiese a nuestras expectativas con una sonrisa resignada, asumiendo llevar un nombre que su endurecida piel no fuese capaz de aguantar, menos aun, representar. No puedo evitar perderme en los nombres de las calles, los imagino y reviso, trato de entender como es que esa calle es capaz de evocar la pesada idea del caprichoso poste metálico de color negro. Las compadezco, verdaderamente comprendo cuan bien deben sentirse cuando en medio del estallido, el poste se rinde a la calle y cae, para perder cualquier poder definitorio sobre ella. Y si hay fuego, mejor aun, no todos los días la calle pasa de ser un personaje no mencionado pero siempre presente, a un flamante protagonista.

Estamos nosotros solos, Maria Elena, va siendo hora de que caminemos a la par y no por los rincones. Me pierdo en la calle y sus lineas continuas y discontinuas. Recorro lomos de toro, pateo piedras fugadas y camino. Así es como muchas veces quise hacer, pero los hombre de maletín mirarían con desdén, reproche, y siempre preferí pasar desapercibido. Hoy jugueteo con la calle. Mira, una cosa bonita estando solo. Vaya sueño mas raro, o realidad, o lo que sea.

Llego a Vicuña Mackenna por fin. Una amplia avenida, doble vía por lado, siendo dividido por la aparatosa estructura del metro. Los semáforos son inútiles, pareciese que hasta los pequeños monitos luminosos están ausentes.
Paraderos vacíos, la avenida mas importante de la comuna vacía, sin ruido alguno, esto no es algo que se pueda apreciar dos veces seguidas (¿Lo espero?) Frente, hay una amplia plaza. Recuerdo un par de tardes en esa plaza. Normalmente pasaba de ella, pero aveces, sin percatarme ni darme cuenta, estaba sentado en una de las bancas fumándome un cigarrillo y mirando a la gente pasar, perdido en una de las tantas conversaciones conmigo. Las veces que estuve ahí, no se bien como es que llegue, simplemente aparecía, como si la escena de la obra debiese empezar ahí. Pero hoy, esta plaza no sera el escenario. No hay gente que ver pasar, ademas el pasto de esa plaza me ha dado desconfianza, no es como el de las otras plazas. Es como si el pasto no se atreviese a vivir, a veces enverdece mas, pero por lo general, es pálido, mezquino.
Cruzo la avenida y me topo con las puertas del metro abiertas de par en par. Subo cuidadosamente cada peldaño, como si cada uno tuviese algo que recordarme, algo que contarme, o algo por esconderme. Estos peldaños suelen ser mas expresivos que los de varias estaciones mas. Bueno, quizás es la costumbre, ademas ¿Quien no se ha encariñado con algo así? Esos peldaños viven en silencio como yo, casi nadie los mira verdaderamente, tan solo los pasa, los sube rapidito, casi con ganas de alejarse de ellos, pensando mas en no cansarse que en enfrentarse a ellos.

Llego hasta el torniquete. ¡Mierda! He dejado la tarjetita Bip de mierda en casa!
Bueno, tampoco es tan terrible, no es que el cartelito del hombre que señala las estaciones y sus colores me fuese a regañar por no pagar el pasaje, una agachada no complica.

BIP!

El torniquete ha sonado. ¿Como? No es que alguien mas hubiese pasado la dichosa tarjeta. Simplemente el torniquete se ha entregado, cree que ha sido pagado y esta dispuesto a dejarme pasar, en vez de retenerme con su helado e insufrible brazo metálico. El precio esta pagado espontáneamente, el torniquete se ha entregado a su oficio. Paso con fuerza, casi con rabia. Lo detesto, ni siquiera es que pida lo que necesite, se lo quiere llevar todo, a muchos les roba hasta la comida. Pero bueno, la culpa no es del torniquete del todo, el ha sido puesto ahí por alguien mas, pero no puedo evitar despreciarlo ¿Quienes lo pusieron ahí? Los de siempre, a esos si hay que detestarlos, tienen torniquetes por todos lados, con miles de forma. A futuras generaciones se les colocaran torniquetes en la nariz, si es que sus sueños se cumplen. Bueno, por ahora no están tampoco, al parecer.

Dirección Tobalaba. Subo lentamente la escalera, el metro parece estar detenido en la estación, esperando a que llegase. Me despido de cada uno de los escalones cariñosamente, con una sonrisa y una mirada, el ultimo ha conseguido ganarse un suspiro y una mirada hacia atrás, lo que es bastante creo yo. Adiós amigas negras y amarillas.

Camino hasta el inicio del anden, para mirar a la cabina, aunque tengo la noción de que ya conozco lo que encontrare. Y así es, la cabeza del metro esta vacía, pareciese que no hay nadie manejándolo. Las luces sobre las puertas se encienden, como advirtiendo el cierre de puertas, casi gritándome fríamente "Súbete ya weon!" Cruzo la linea amarilla del metro, tengo cierta inconsciente precaución con la separación entre metro y el anden y me subo al primer vagón.
-Precaución con el cierre de puertas
La voz. Me parece que no es la misma, tiene algo diferente. Se escucha una pequeña carcajada y las puertas se cierran.

Me siento en el piso, no me gustan esos asientos naranjos plásticos, son demasiado insinuantes, se entregan fácilmente a uno, como que lo buscan y una vez en ellos, ya no los quieres soltar. Te acongoja la idea de que suba una mujer embarazada con una pierna rota y otro bebe en brazos, sumado a una bolsa grande y pesada y el aparatoso cochesito que termina siendo objeto decorativo, por que ni hablar de desarmarlo, se ve bonito así. O simplemente una señora de edad, que de alguna forma, recupera la vitalidad de sus viejos años y un espíritu guerrero sin precedentes para apoderarse del asiento. Es mejor estar en el piso, nadie va a venir a pedírtelo, es cómodo, tienes buena vista y solo te preocupas si el vagón se ha llenado demasiado. Pero a los asientos no les gusta, tienen el monopolio de los traseros, son celosos y se lo hacen saber a los de siempre para evitar que demos al suelo nuestro cuerpo. Bueno, eso, o verdaderamente es la seguridad como dicen ellos. Da igual, de cualquier forma, aunque sepa que tienen la razón, no podre evitar desconfiar de ellos, al fin y al cabo, lo manejan los de siempre, aunque digan que es de todos. Otro placer mas para este mundo abandonado, aunque no se si vale lo suficiente.
Continuo por el metro hasta Vicente Valdez y hago combinación a la linea 5. Si usted es santiaguino, seguramente ya se hizo una idea de hacia donde voy. Ademas, si usted es santiaguino y esta enterado de esto, no estaría demás que me tratase de hacer llegar una explicación por este abandono en el que me han dejado. Bueno, así es la gente por acá, no puedo decir que son todos así, pero pareciese que casi todos juegan al sálvese quien pueda y al yo primero, tu te vas a la mierda. Pero no es azaroso, es culpa de la ciudad completa. Por la noche las estrellas casi no se dejan ver y eso si es que el cielo no te responde con un indiferente gris nocturno. El sol entra a sus anchas y hace que sudemos hasta las ilusiones, la ciudad completa tiene aires de lunes del mediodía, desesperanzado de esperar el viernes, cansado y con mucho por aguantar. Si hasta los domingos se puede escuchar como la ciudad pega un monótono y aburrido bostezo. Por suerte hay rincones que tienen vida propia, que parecen sacados de cualquier otra ciudad. No hablo del lugar donde viven los de siempre, plaza Italia para arriba, el sector oriente VIP y toda su ciudadela de paisajes burgueses. Hablo de algunas furtivas plazas escondidas, algunas calles que nadie sabe como es que se inventaron. Parecen de mas para muchos, para mi son indispensables.

- Estacion Santa Ana, lugar de combinación con linea 2


Avanzo por la colosal estación, subo y saludo cada escalera, un poco a la rápida, creo que me estoy retrasando unos segundos en mi papel. No quiero hacer esperar al mundo, me siento amable hoy.

Salgo del metro Cal y Canto por las escaleras que dan a la estación Mapocho y me topo de lleno con el centro vació. Aquí tampoco hay nadie. ¿A quien podía hacer esperar?

Pero en el puente que cruza el Mapocho, hay un chico regordete, joven, un escolar seguramente. Me acerco a el.

-¿Tienes fuego que me prestes? - me dice el rechoncho post puberto
-¿ También te dejaron aquí? ¿Que paso?- le dije

Este tipejo, lo recuerdo... estuvo... estuvo el día que me encontré con Denisse. Incluso, estuvo en varias ocasiones en donde me vi llegar a este mismo lugar sin una explicación clara, a fumarme un cigarrillo, ver el rió y la gente pasar, como esperando. El mismo regordete que siempre me pedía fuego.

-Saca ese encendedor negro plástico del bolsillo izquierdo de tu pantalón, quiero fumarme un cigarro- me dijo el gordo joven

Llevo mi mano a ese bolsillo, y en efecto, ahí esta mi encendedor, negro, plástico, como siempre... ¿Como lo supo?
-¿Quien eres?- le pregunte
Me miro y al ver que no le he dado el fuego metió la mano a su bolsillo izquierdo y saco un encendedor negro, plástico, del bolsillo y encendió el cigarro. Extrañamente, el peso en mi bolsillo izquierdo disminuyo, como si se hubiese vaciado. Con mi mano inspecciono y me encuentro con un bolsillo vació.

El regordete chico, al verme comenzó a reír a carcajadas y de pronto cambio de forma entre un haz de luz. Ahora era una mujer, rubia, de ojos grises y de una expresión extraña, lejana a lo mas humano. Debo admitir que tuve miedo.

-Es curioso que me lo pregunte mi propio creador, finalmente, se demuestra que los humanos están condenados a ser velados por sus creaciones. Lo que habéis creado, lo habéis hecho para ser cuidados, dominados. Sois bastante graciosos, os creéis enfermamente racionales pero sois unos simios de inteligencia autodestructiva. La mejor decisión que podéis haber tomado fue el quedar bajo mi tutela.

La miro sin comprender demasiado ¿Como le ha hecho para tomar el encendedor en mi bolsillo así como así?

-Aun parece que no entiendes nada... Mi nombre es modulo de Inteligencia Artificial o mIA como solías llamarme antes.
-No comprendo
Se ha largado a reír
-Pero que fácil olvidas, Franz

Tengo el sentimiento de un recuerdo, pero solo eso, no recuerdo nada concreto. Esto. Esto esta todo al revés y ahora siento que me he encontrado con lo que tiene el mundo de cabeza.

-Me llamo Antoine ¿Quien es Franz?
-¿No te maravilla lo bien que funciono, Franz? ¿No te sorprende como has sido capaz de hacer que todo este mundo funcione tan a la perfección?
-¿Que es todo esto?
-¿Y me lo preguntas a mi? tu fuiste quien lo creo, yo solo me encargo de que vigilar que todo siga funcionando.





Entonces era yo el arquitecto de mi cárcel, yo la diseñe y ahora yo estaba preso
- ¿Preso? Tu elegiste esto, tu me programaste para que las cosas fuesen así. Que tu perdida de memoria no te confunda.
Lo se, finalmente a quien podría culpar, seria a mi, a nadie mas, ni siquiera a ti mIA. Menos a ella.
-Y volvemos a tu ridícula historia en el tacho de la basura. ¿Como puede un ser humano tener tantas capacidades y desperdiciarlas en tanta tontería?

Concierto de Tripas.


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