Por: Prometeo
Despertamos todos juntos por la tarde. Habíamos descuidado todas nuestras obligaciones, el cansancio que teníamos era abismal. En silencio nos levantamos y tratamos de hacer correr el día, mas sabíamos bien que era inútil. Hace tiempo habíamos llegado a un relativo consenso en nuestra perspectiva tanto de estos días, como de la vida completa. Temprano acabamos cualquier obligación y el ocio se asoma como uno más de nosotros en toda la tarde. Entre todos tratamos de matarle, de ignorar el paso desganado y lánguido del tiempo. Amamos sentirnos libres, pero detestamos sentirnos desocupados, sin nada que hacer para rellenar estas tardes absurdas. También odiamos las distracciones baratas, y no en precio, sino que en contenido mismo para nuestros adentros. La televisión nos da un mareo tremendo y escapamos de ella en cuanto podemos.
Pero hoy estábamos desesperados, resulta una tortura tanto tiempo de sobra, porque pensamos más de la cuenta y acabamos peleándonos entre nosotros.
Nos ganamos todos juntos en el sillón y encendimos el artefacto en cuestión, pero conseguimos poco y nada, aunque más de alguno se le escapara una risa furtiva, aunque débil.
Pero a mala fortuna nuestra, el sistema eléctrico fallo en toda la ciudad y regresamos nuevamente a la ociosidad total, peor aún, lucidos. Al estar y nada más. Y no es que hayamos depositado demasiadas esperanzas en el nefasto artefacto, pero ahora, las posibilidades estaban más que agotadas.
Odiamos el encierro, mas aun cuando no hay ninguna cuestión en que pasar las horas, así que luego de una silenciosa discusión decidimos salir.
Encendimos un cigarrillo y nos sentamos todos juntos en silencio, en el banco de una plaza. No era muy transcurrida, pero aun así veíamos pasar a la gente y jugábamos a imaginarnos que vida es la que vivian. A veces envidiamos a esas personas, desearíamos muchas veces llevar la vida que ellos llevan, pareciese que el absurdo paso del tiempo y la vida, no les desgasta ni importa demasiado.
Nosotros no podemos, puede ser por que solemos encerrarnos en nosotros, en nuestro grupo. Hablar con las demás personas se nos hace tremendamente difícil y por más que nos hemos esforzado por mejorar la situación, poco y nada hemos conseguido. A veces nos sentimos increíblemente solos, aunque no pasamos por alto, que al menos nos tenemos a nosotros.
Sí, nos faltan un poco esas vivencias amorosas-románticas, pero nos acostumbramos a vivir así. Aunque no podemos evitar nuestros instintos primitivos y añoramos más de una vez algún accidente, un encuentro casual, para sacarnos de encima el grito de nuestro cuerpo. Preferimos a estas alturas a las prostitutas por sobre las princesas, porque bien sabemos que tenemos poco y nada que ofrecer.
Fue así como se nos fue pasando la tarde, entre cigarrillos, siempre en silencio, característico de nuestra compañía.
De pronto la noche empezó a caer de forma rápida y densa, la falta de la luz hacia que el ambiente no opusiera la menor resistencia. Nos vimos asediados por una oscuridad maliciosa, que susurraba extrañas palabras silenciosas en nosotros.
Fue así como decidimos volver a casa, para tratar de escapar a un lugar seguro. Esta noche no era como las demás, sabíamos bien que el peligro se asomaba en cada expresión de esta oscuridad.
Unos cuantos nos levantamos, mientras otros tantos, nos quedamos sentados, como esperando a ver hasta dónde nos podía llevar este malicioso ambiente.
Fue así como comenzamos a discutir fuertemente sobre qué hacer. Jamás nos separamos, es casi un deber mantenernos siempre juntos, aunque no podemos negar que hemos abandonado a algún miembro del grupo a su suerte en alguna ocasión, cuando la cosa no aguantaba más para nosotros. Algunos se quedaron haciéndole fantasmagórica compañía a alguna mujer, otros se quedaron en una triste habitación, o en un paradero cualquiera, asumiendo que no tenían más que hacer con nosotros. No sabemos qué será de ellos, hoy asumimos que están muertos, ya que no supimos mas de ellos. Otras tantas veces, nos reencontramos con alguno de ellos, algunos nos acompañaban un rato y volvían a marcharse, otros volvían a unirse al grupo. Pero hoy no había acuerdo a niveles aceptables y el grupo no podía abandonar a todos los que querían quedarse.
Fue así como cada uno expuso su postura y sin tardar, luego de nulo acuerdo acabamos yéndonos a los golpes. Cada puñetazo era doloroso para el grupo entero, mas había que entablar esta lucha para poder llegar a una solución.
Quedamos malheridos todos, incluso aquellos que no participaron de esta pelea. Mientras tanto, la noche no esperaba a que llegásemos a acuerdo y fue haciéndose cada vez más espesa y negra.
Tuvimos miedo ¿y cómo no tenerlo? Si en noches como estas, todo puede ser, y el grupo completo podía verse muerto en una vereda cualquiera.
Entre todos nos levantamos y tratamos de vislumbrar un camino a casa, mientras otros tantos seguían discutiendo mientras caminábamos.
De pronto se escucho un ruido seco, como de un cuerpo cayendo a la acera. ¡Habían alcanzado a uno de los nuestros! Su cuerpo se desangraba en el pavimento y más atrás, en la espesura de la noche, vimos un par de ojos de una creatura sin forma. Comenzamos a correr aprisa, desesperados, debíamos mantener al grupo a salvo. Mientras tanto la bestia avanzaba silenciosa tras nuestros pasos, casi encima de nosotros. Fue así como llegamos a una esquina y perdimos de vista a la bestia.
Unos pasos comenzaron a escucharse y vimos la silueta de un anciano, que se acercaba a nosotros. Tenía el cabello canoso y los ojos semi cerrados. Su rostro estaba arrugado y tenía un terrible olor a gladiolos y cipreses.
“Es una noche peligrosa, joven, será mejor que regreses a tu casa pronto, nunca se sabe que se puede encontrar en noches así, mas aun estando solo”
Tenía razón y lo sabíamos, así que emprendimos rápidamente camino a casa, no vaya a ser que una idea furtiva llegue y mate a otro más del grupo.
Despertamos todos juntos por la tarde. Habíamos descuidado todas nuestras obligaciones, el cansancio que teníamos era abismal. En silencio nos levantamos y tratamos de hacer correr el día, mas sabíamos bien que era inútil. Hace tiempo habíamos llegado a un relativo consenso en nuestra perspectiva tanto de estos días, como de la vida completa. Temprano acabamos cualquier obligación y el ocio se asoma como uno más de nosotros en toda la tarde. Entre todos tratamos de matarle, de ignorar el paso desganado y lánguido del tiempo. Amamos sentirnos libres, pero detestamos sentirnos desocupados, sin nada que hacer para rellenar estas tardes absurdas. También odiamos las distracciones baratas, y no en precio, sino que en contenido mismo para nuestros adentros. La televisión nos da un mareo tremendo y escapamos de ella en cuanto podemos.
Pero hoy estábamos desesperados, resulta una tortura tanto tiempo de sobra, porque pensamos más de la cuenta y acabamos peleándonos entre nosotros.
Nos ganamos todos juntos en el sillón y encendimos el artefacto en cuestión, pero conseguimos poco y nada, aunque más de alguno se le escapara una risa furtiva, aunque débil.
Pero a mala fortuna nuestra, el sistema eléctrico fallo en toda la ciudad y regresamos nuevamente a la ociosidad total, peor aún, lucidos. Al estar y nada más. Y no es que hayamos depositado demasiadas esperanzas en el nefasto artefacto, pero ahora, las posibilidades estaban más que agotadas.
Odiamos el encierro, mas aun cuando no hay ninguna cuestión en que pasar las horas, así que luego de una silenciosa discusión decidimos salir.
Encendimos un cigarrillo y nos sentamos todos juntos en silencio, en el banco de una plaza. No era muy transcurrida, pero aun así veíamos pasar a la gente y jugábamos a imaginarnos que vida es la que vivian. A veces envidiamos a esas personas, desearíamos muchas veces llevar la vida que ellos llevan, pareciese que el absurdo paso del tiempo y la vida, no les desgasta ni importa demasiado.
Nosotros no podemos, puede ser por que solemos encerrarnos en nosotros, en nuestro grupo. Hablar con las demás personas se nos hace tremendamente difícil y por más que nos hemos esforzado por mejorar la situación, poco y nada hemos conseguido. A veces nos sentimos increíblemente solos, aunque no pasamos por alto, que al menos nos tenemos a nosotros.
Sí, nos faltan un poco esas vivencias amorosas-románticas, pero nos acostumbramos a vivir así. Aunque no podemos evitar nuestros instintos primitivos y añoramos más de una vez algún accidente, un encuentro casual, para sacarnos de encima el grito de nuestro cuerpo. Preferimos a estas alturas a las prostitutas por sobre las princesas, porque bien sabemos que tenemos poco y nada que ofrecer.
Fue así como se nos fue pasando la tarde, entre cigarrillos, siempre en silencio, característico de nuestra compañía.
De pronto la noche empezó a caer de forma rápida y densa, la falta de la luz hacia que el ambiente no opusiera la menor resistencia. Nos vimos asediados por una oscuridad maliciosa, que susurraba extrañas palabras silenciosas en nosotros.
Fue así como decidimos volver a casa, para tratar de escapar a un lugar seguro. Esta noche no era como las demás, sabíamos bien que el peligro se asomaba en cada expresión de esta oscuridad.
Unos cuantos nos levantamos, mientras otros tantos, nos quedamos sentados, como esperando a ver hasta dónde nos podía llevar este malicioso ambiente.
Fue así como comenzamos a discutir fuertemente sobre qué hacer. Jamás nos separamos, es casi un deber mantenernos siempre juntos, aunque no podemos negar que hemos abandonado a algún miembro del grupo a su suerte en alguna ocasión, cuando la cosa no aguantaba más para nosotros. Algunos se quedaron haciéndole fantasmagórica compañía a alguna mujer, otros se quedaron en una triste habitación, o en un paradero cualquiera, asumiendo que no tenían más que hacer con nosotros. No sabemos qué será de ellos, hoy asumimos que están muertos, ya que no supimos mas de ellos. Otras tantas veces, nos reencontramos con alguno de ellos, algunos nos acompañaban un rato y volvían a marcharse, otros volvían a unirse al grupo. Pero hoy no había acuerdo a niveles aceptables y el grupo no podía abandonar a todos los que querían quedarse.
Fue así como cada uno expuso su postura y sin tardar, luego de nulo acuerdo acabamos yéndonos a los golpes. Cada puñetazo era doloroso para el grupo entero, mas había que entablar esta lucha para poder llegar a una solución.
Quedamos malheridos todos, incluso aquellos que no participaron de esta pelea. Mientras tanto, la noche no esperaba a que llegásemos a acuerdo y fue haciéndose cada vez más espesa y negra.
Tuvimos miedo ¿y cómo no tenerlo? Si en noches como estas, todo puede ser, y el grupo completo podía verse muerto en una vereda cualquiera.
Entre todos nos levantamos y tratamos de vislumbrar un camino a casa, mientras otros tantos seguían discutiendo mientras caminábamos.
De pronto se escucho un ruido seco, como de un cuerpo cayendo a la acera. ¡Habían alcanzado a uno de los nuestros! Su cuerpo se desangraba en el pavimento y más atrás, en la espesura de la noche, vimos un par de ojos de una creatura sin forma. Comenzamos a correr aprisa, desesperados, debíamos mantener al grupo a salvo. Mientras tanto la bestia avanzaba silenciosa tras nuestros pasos, casi encima de nosotros. Fue así como llegamos a una esquina y perdimos de vista a la bestia.
Unos pasos comenzaron a escucharse y vimos la silueta de un anciano, que se acercaba a nosotros. Tenía el cabello canoso y los ojos semi cerrados. Su rostro estaba arrugado y tenía un terrible olor a gladiolos y cipreses.
“Es una noche peligrosa, joven, será mejor que regreses a tu casa pronto, nunca se sabe que se puede encontrar en noches así, mas aun estando solo”
Tenía razón y lo sabíamos, así que emprendimos rápidamente camino a casa, no vaya a ser que una idea furtiva llegue y mate a otro más del grupo.
0 comentarios:
Publicar un comentario