Por: Prometeo
Era ya catorce de abril. La mañana corría tranquila, sin sobresaltos ni preocupaciones en la casa de los Domínguez. Don Eleuterio Domínguez llevaba largo rato en su cama, había despertado hace horas y se mantenía en su silencio reposado. Sus ojos ya no tenían ese brillo ansioso de sus juventud, solo quedaba algún destello de vivacidad, pero por lo general sus ojos reflejaban un estado de ensueño, una calma absoluta, a veces pareciese que ni siquiera estuviese allí.
La puerta del dormitorio se abrió y entro Juana, su hija menor, con la bandeja del desayuno que consta de una buena cantidad de panes tostados, un pequeño termo y dos tasas para mate.
Juana había llegado ya a los cincuenta y ocho años, pero no había perdido ese animoso carácter con los años, a pesar de llevar más de ocho años de viudez. Su cabello poco a poco perdía su color, pero aun se podía entrever la belleza y fuerza de este en sus mejores tiempos. Sus manos se conservaban casi intactas, jamás perdió la destreza con la que antaño construía hermosas artesanías, hoy ha re direccionado esa destreza y se ha dedicado a tejer.
Juana llevaba ocho años viviendo con su padre, Eleuterio. Cuando murió su marido quedo sola en su casa; casi no recibía visitas de su hijo Martin, que se veía agobiado constantemente en sus quehaceres y su familia. Fue así como Juana decidió volver a la vieja casa.
La vieja casa era tan o más antigua que Don Eleuterio, la había construido su padre y en ella se construyo y crio toda la familia Domínguez. Era una casa grande, de adobe. En ella podían vivir cómodamente alrededor de ocho personas, sin molestarse entre sí, mas hoy en día solo albergaba a Don Eleuterio y Juana. La vieja, Julia, la esposa de Don Eleuterio había muerto ya hace cuatro años.
Desde que Julia se marcho, la casa se había vuelto mucho más silenciosa. De vez en cuando Juana colocaba una vieja radio mientras tejía, leía el periódico o cocinaba. Otras veces venían Isabel, Sofía y Joaquín a visitar a su hermana y su padre, de Marco, Rodrigo y Úrsula llegaban noticias rara vez. Más allá de esto, el ruido en la casa era casi nulo.
-¿Cómo amaneció hoy, Papa? –
-Bien, muchas gracias, Juanita, está un poco fresco nada mas... ¿Tu como amaneciste?
-Bien papa - abrió el termo y relleno las tasas del mate- tómese el matecito y saque pancito papa, se está poniendo cada día mas flacuchento
-Gracias
-Hoy voy a pasar a la feria a comprar pescado
-¿A qué hora va a llegar?
-¿Quién? No he hablado con los hermanos así que no se.
Luego de desayunar juntos en la pieza de Don Eleuterio, Juana ayudo a su padre a llegar al jardín y lo dejo en una banca, como solía hacer todos los días. Luego se ocupo de la limpieza, que no era demasiada, por que dos personas de edad ensucian poco y nada, y preparo el almuerzo. Luego de este, siguiendo la rutina habitual, Juana llevo a Don Eleuterio a la calle, donde en plena vereda tenia instalada una sillita, lugar donde pasaba las tardes de buen tiempo.
El sol brillaba delicado y una briza fresca acariciaba sus pocos cabellos y sus mejillas arrugadas, dando un ambiente tremendamente grato. Las hojas de los arboles, viejo Robles, caían delicadas y a las espaldas de la casa se escuchaba el choque del viento con los Álamos, dando un sonido melodioso.
Don Eleuterio miraba tranquilo, no leía ni jugueteaba con nada, simplemente estaba ahí, como esperando tranquilamente.
Por la calle pasaban numerosas personas que saludaban amablemente a Don Eleuterio, este les respondía siempre sonriente.
-¡Buenos días Don Eleuterio!
-Muy buenos días Ricardo ¿Cómo está la familia?
-Todos muy bien en casa ¿Y sus salud como esta?
-Como siempre, cansada pero no desanimada
Ricardo tenía ya veintisiete años. Don Eleuterio lo conoce de pequeño, de hecho, conocía a su padre cuando este era un jovencito aun.
Va pasando tanto tiempo y las cosas han cambiado tanto, Don Eleuterio apenas retiene los recuerdos de todo lo que ha vivido y visto vivir. Ya no está para comparaciones, menos, el día de hoy. Hoy se ha puesto un traje especial, su favorito, ese que ocupa solo en ocasiones especiales, hoy recibe una ansiada visita.
Así van pasando las horas y Don Eleuterio sigue en esa silla, sentado, esperando su invitado, con los ojos llenos de ensueños.
De pronto, a lo lejos ve una mujer. Con esfuerzo, trata de distinguirla bien. Era una mujer de un cabello largo y castaño, brillante. Su figura era delgada, totalmente armónica y caminaba con un gesto especial, como dando un ritmo a cada paso. Cuando estuvo más cerca, pudo apreciar sus ojos, brillantes, soñadores, risueños. Esta mujer le evocaba el recuerdo de Julia en su juventud, en los tiempos de un romance infructuoso, al que nadie hubiese apostado nada, cuando era impensable que esa relación construyera esta enorme familia.
Pero bien sabia Don Eleuterio que esta no era Julia. La hermosa mujer se acerco y sin dejar de sonreír le tendió la mano. ¡Por fin había llegado su tan añorada visita! Don Eleuterio se levanto con esfuerzo, pero siempre sonriente y tomo la mano de esta hermosa mujer.
Fue así como comenzaron a bailar un vals en plena calle ¡Que importaba ya! Don Eleuterio estaba tan feliz que poco le importaba tropezar y romperse un hueso. La mujer miraba a Don Eleuterio con una coquetería inmensa, mientras este le respondía la mirada en medio de ese vals de otro mundo.
De pronto la mujer acerco su boca a la de Don Eleuterio y le dio un apasionado beso en su seca y gastada boca, y en ese ensueño Don Eleuterio fue cayendo cada vez mas hasta cerrar los ojos y perderse en su alegría.
Un viento paso con fuerza por el pasaje, los Álamos cantaron una melodía, junto con los Robles y las hojas de los arboles, ya cansadas se dejaron caer de su rama separándose cada uno de su gran árbol.
Fue así como ese día catorce de abril, Don Eleuterio recibió su tan ansiada única visita, a las afueras de su casa. Fue así, como una hoja mas, dejo el árbol y la rama, y dio paso a nuevos ciclos.
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nfsdjksd Y djfddf decia hdfgds Asi : " jnsdvjn ojala kjsdfjd poder kjdfnkd morir sdkjfkjsd dos jdksf kjds veces nksdnf " kb f...
1 comentarios:
Me cuesta un poco interpretarlo... recibió la visita de la muerte enamorada?
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