Sangrienta Malvenida ha llegado a el inframundo y de una patada ha abierto el Tartaro, liberando toda clase de escupitajos de sinceridad, disparates encerrados por una eternidad, luces y sombras de historias contadas que jamas fueron oídas. Sangrienta Malvenida le ha dado una oportunidad a toda ese mundo encerrado entre Occipital y Frontal, Parietal y Temporal. Ese mundo caótico deseoso de adquirir vida propia, acaba de hallar una nueva oportunidad. Sangrienta Malvenida no sabe que lo ha hecho, pero lo ha hecho.

Aquí empieza la función!

La historia de Steve Blind

viernes, 23 de mayo de 2014

Capítulo VI




Por: Armand Valerius


Mi nombre es Silú. No me considero un gran tipo, pero tampoco soy lo peor. En realidad soy tal cual debo ser: como yo mismo. Se supone que hoy debo salir y reunirme con una de mis amistades, pues me ha llamado ayer diciendo que debemos hablar sobre lo que se ha venido dando durante estas últimas semanas. Me carga responsabilidad respecto de un hecho que, a mi parecer, no fue grave ni dañino, sino que más bien algo que debía hacer para su propio bien. Hay que despertar de las fantasías ilusas, eso es de todo mundo sabido. ¿De qué sirve vivir de quimeras? De absolutamente nada. ¡Bienvenidos a la realidad, amigos míos!

Steve tiene que estar con su dilema en soledad, pues sólo así entenderá su situación, sólo así sabrá la razón de su perjuicio. La ayuda en estos casos es poco productiva. Cuando el sujeto experimenta situaciones así debe ser dejado en paz, sobre todo cuando tiene un carácter como el de Steve. La medicina mental sería, quizá, de algún provecho, pero con sujetos de esa índole se vuelve algo estéril. El caer al precipicio, llegar a su fondo, ese es el remedio para toda mente dañada por dilemas "traumáticos", tomando esta última palabra a modo general, por supuesto. Creo que debo levantarme, sino llegaré tarde, algo que por lo demás es habitual.

El día está radiante, el aire es fresco y el sol alumbra en su justa medida. Perfecto para fumar un cigarrillo mientras camino al punto de reunión. Creo que voy unos minutos tarde, pero lo más probable es que me espere, ya sabe que siempre me retraso un poco. ¿Para qué andar apurado por la vida?

- Hola.
- Silú, como siempre has llegado tarde.
- Ya sabes, es parte de mi naturaleza.
- Deberías empezar a ver aquello, mira que tu naturaleza es bastante molesta en este aspecto.
- Bueno, tú eres quien tiene el interés de charlar, así que lo mínimo es que me esperes en caso de que tarde unos minutos.
- Unos minutos sí, pero no una hora. Es demasiado.
- Lo siento. Tuve asuntos que atender antes.
- Está bien. Vamos al grano.
- De acuerdo.
- ¿Por qué hiciste eso hace unas semanas atrás? ¿No te das cuenta que sólo empeoraste la situación? Ahora todo está en punto muerto, y no veo que vaya a mejorar.
- Fue por tu bien. Me preocupo por mis amistades. Era necesario todo lo que pasó, sino Steve te hubiera arrastrado a su pozo de lamentos.
- No lo veo de esa manera. Podía solucionar aquella controversia sin necesidad de que tú intervinieras. Aparte, Steve necesita que alguien lo haga entrar en razón, antes de que sea demasiado tarde.
- Verás, me parece que Steve necesita llevar esto solo.
- Dudo de que pueda. Está empecinado en tomar venganza, pero apartando de toda responsabilidad, y por tanto de toda represalia, a la "duraznosa". ¿Me creerías que culpa a todos menos a ella?
- Sí, te creo. Es algo esperable. Pero se sobrepondrá.
- No lo sé. Anoche lo fui a visitar, y el espectáculo que encontré en su habitación era deprimente. Había vidrios esparcidos por todo el lugar de un vaso que se había caído. Y lo peor es que no los pensaba recoger, pues culpaba al viento por botar el vaso, y al vaso mismo por ser endeble. Que estupidez.
- Al borde del delirio diría yo. Pero es pasajero, ya verás. ¿Cómo estaba anímicamente?
- Lo noté lleno de rabia, cegado por el orgullo.
- ¿Qué te ha comentado de lo que le ocurrió?
- No mucho. Terminamos en discusión.
- Entiendo, eso también era esperable. ¿Qué piensas hacer ahora?
- Nada. Ya cumplí con decirle la verdad e intentar abrirle los ojos a la realidad.
- Me parece bien que dejes a Steve con sus pesares. Debe ver la realidad por sí mismo. Y tú también. Por tanto no deberías reprocharme nada de lo que pasó hace algunas semanas atrás.
- Sabes Silú, esta conversación no tiene sentido. Me marcho.
- Está bien. Cuídate. Y recuerda que debes enfocarte en lo que te atañe ahora: tu porvenir.
- Lo sé. Adiós.
- Adiós.


Definitivamente tenía razón: todo terminó en discordia. Pero bueno, a mí esto no me perjudica, pues soy consciente de lo que me corresponde y de lo que ya está fuera de mi incumbencia. No me parece que yo haya hecho algo malo, quizás sólo fue un poco impulsivo de mi parte, pero en el fondo era lo que se debía hacer. Pero eso ya es asunto zanjado. Como la reunión ha sido breve, aprovecharé de ir por una cerveza, hay bares por aquí cerca. Esa es la maravilla del centro de la ciudad, hay muchos bares.

La historia de Steve Blind

miércoles, 21 de mayo de 2014

Capítulo V




Por: Armand Valerius


El día amaneció gris. Las habitaciones de los pacientes estaban todas ocupadas. Mr. Händler estaba haciendo su negocio del siglo, hace bastante que no se veía tan lleno el recinto. Desde que logró juntar el capital necesario para abrir este sitio tuvo la idea de que llegaría el día en que la gran mayoría acudiría en busca de su terapia "wesentlich", la cual ha significado todo un tesoro para sus bolsillos. La maravilla de la medicina daba sus frutos rentables.

A la afueras del reciento estaba Alex, fumando un cigarrillo, con un aspecto muy inquieto. Quería ver a su amigo. Ya había pasado una semana desde que había entrado a aquel lugar y aún no salía, o por lo menos así lo pensaba, pues nada sabía de él desde entonces. Al ingresar, Alex pidió hablar con Mr. Händler, el cual no se encontraba en ese momento. Muy nervioso se dio algunas vueltas por los pasillos, para ver si lograba ubicar a quien andaba buscando, pero nada encontró por aquel lugar. Se retiró del recinto bastante preocupado, lleno de pensamientos tortuosos que golpeaban su conciencia, para enmendar rumbo desconocido por entremedio de la masa de gente que pasaba por las apestadas calles de la ciudad.

Al otro lado de la ciudad, Francis se encontraba en su departamento preparando las maletas para partir. La situación la había forzado a ello. No podía tolerar tamaña conducta violenta contra su persona. En esta oportunidad se había traspasado el límite. Aunque en el fondo aún sentía un gran afecto por aquel individuo, se convencía a sí misma de que aquel cariño tenía por referencia solamente los recuerdos, las imágenes de un pasado ya vivido y consumado, que, como todo pasado, se hallaba en su ahora en un estado de muerte latente; imágenes en la memoria que estaban en un estado neutralizado, pues si bien  ya no eran estrictamente, tampoco dejaban de ser en cierto modo. Era tiempo de partir.

Concierto de Tripas.


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