Capítulo II
Por: Armand Valerius
Esta mañana el sol es tenue. Aunque al pasar las horas la temperatura va subiendo paulatinamente, y ello realmente se va haciendo molesto de sobremanera. Hoy, nuevamente no he podido levantarme libremente. He pensado en cómo poder lograr la victoria en la batalla, pero definitivamente se me hace complejo con esta hambre que siento. Me gustaría ir a la cocina para poder prepararme algún poco de arroz, o unos fideos blancos por último, si al final lo importante es comer alguna cosa. Sinceramente, no tengo esos gustos burgueses al comer, aquellos que se les llama "gustos gourmet". Lucho contra el capitalismo incluso al comer, eso me hace sentir un buen revolucionario, consecuente con los ideales y contrario a la burguesía y sus prácticas.
Las heridas de los cortes de vidrio se ven mejor, de hecho, si me colocara un color de ropa adecuado y les diera unos retoques simples, se verían listas para una sesión fotográfica de primer nivel, dignas de todo un "sex symbol" o "metro sexual", de esos que gustan de las prácticas masoquistas. Latigazos, palmadas, cortes o mordiscos fuertes, a eso se reduce todo. Pero no; no soy un hombre de aquellos. Los trastornos sexuales no son los que más me afectan, sino los de otra índole.
Ahora bien, la herida más importante, y causa de mi poca movilidad, no ha mejorado para nada. Sigue igual, sin avance positivo. De hecho, mientras estoy en el viejo escritorio, el dolor de la herida viene con unas clavadas que punzan como agujas. He pensado en salir hoy por la tarde-noche, para intentar respirar un aire más libre y fresco, pero los malestares me hacen tener la idea de que no lo podré hacer. Que horrible es tener una herida como esta, donde se hace difícil el encontrar la sana curación y la posterior cicatrización. ¿Cómo sanar algo que no pertenece del todo al cuerpo? Pues claro, pertenece más a la mente, o quizás al alma. Algunos lo reducirían al cerebro, pero es evidente según el dato de la experiencia, que mi cerebro no tiene ninguna herida.
Esta es la eficacia del armamento que está utilizando el enemigo en el campo de batalla. Y todo gracias a la astucia, y genio maligno-temeroso, de la señorita durazno; aunque yo tiendo a pensar que ella no se ha prestado con mala intensión en esta batalla, y que si ha sido la estratega y mente maestra de todo este ataque y uso de armamento sofisticado, ha sido en contra de su querer, a causa de un temor profundo, un temor ante el presente, un temor ante su misma existencia concreta y toda su justificación como sujeto existente (o quizá "ex-sistente", en palabras de Heidegger).
Cuando pienso tanto en aquellas cosas, el dolor aumenta. Por lo mismo me doy unos descansos, y paso a escuchar alguna melodía para relajarme, para calmar el dolor y para detener los pensamientos que se relacionan con mi herida. También gusto de escribir, pero lo malo es que siempre termino pensando las mismas cuestiones, y el dolor vuelve. Aunque soy consciente: todo es dolor, esa es la verdad de la vida; esa es la esencia de la existencia. Dolor hasta la muerte. Pero, igualmente hay buenos placeres en este mundo, y esos hacen que me mantenga como hombre-vivo.
Como hombre-vivo, en ocasiones me junto con mis pocas amistades, que no pasan de ser tres o cuatro. Digo tres o cuatro, porque se da la situación de que una de esas amistades está en la vía de la no-amistad, pues, camina deprisa hacia un abismo del cual yo no la rescataré. Y justamente hoy vendrá a visitarme por la noche; yo no quería tanto que viniera, pero se ha preocupado, por el tema de los vidrios esparcidos por la habitación. Sí, los vidrios del vaso que se ha caído por culpa del viento y de su propia debilidad. Además, era un vaso de mala calidad, ya que no ha aguantado ni siquiera una caída. En fin, vendrá a visitarme aquella persona, y seguramente discutiremos; eso pasa por estar en planos distintos.
Como no saldré por la tarde -pues ya me convencí que no lo podré hacer por el malestar constante y la poca movilidad-, creo que descansaré por unas horas. Pondré un poco de música, para contrarrestar el ruido del exterior e intentaré dormir, ya que no he dormido muy bien por la noche. Además, es poco lo que puedo hacer, porque los vidrios están esparcidos por todo el suelo, así se hace difícil moverme incluso en la misma habitación. Culpa del viento del diantre, por andar botando vasos. Claro que si; mi vaso. Maldito vaso débil, ahora no puedo ir en busca siquiera de libros, para así leer algo que me agrade. Aunque no sé si podría leer tranquilo, puesto que la herida que me tiene postrado y encerrado aquí, suele atormentar mi mente, y desvía mis pensamientos. Es ahí cuando detesto a la señorita durazno... la herida de su armamento es peor que los vidrios; o quizás sólo es sugestión. Prefiero no pensarlo, no es así, no quiero creer esa bazofia; es culpa del vaso y del viento, de los vidrios esparcidos; por ello no puedo ir por un libro, por ello no puedo leer.
2 comentarios:
Sigo esperando la continuación. (si, sé que la tienes o.ó!!!!!!!)
Sí, la tengo, y la acabo de publicar.
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