Sangrienta Malvenida ha llegado a el inframundo y de una patada ha abierto el Tartaro, liberando toda clase de escupitajos de sinceridad, disparates encerrados por una eternidad, luces y sombras de historias contadas que jamas fueron oídas. Sangrienta Malvenida le ha dado una oportunidad a toda ese mundo encerrado entre Occipital y Frontal, Parietal y Temporal. Ese mundo caótico deseoso de adquirir vida propia, acaba de hallar una nueva oportunidad. Sangrienta Malvenida no sabe que lo ha hecho, pero lo ha hecho.

Aquí empieza la función!

La historia de Steve Blind

viernes, 24 de enero de 2014

Capítulo III




Por: Armand Valerius


Es de noche. Aún  resuena el portazo que han dado al salir de la habitación. Claro, yo sabía que esto podría terminar así, era lo más evidente, pues a las personas no les agrada una verdad cruda. Menos aún a quien me ha venido a visitar. Lo más probable es que su camino hacia la no-amistad ya esté casi recorrido por completo; la discusión de hoy marca un hito importante, un antes y un después: no sabemos si nos volveremos a ver. Creo que ahora sí puedo decir que tengo tres amistades, ya no cuatro, ni tampoco dudar y dejar esa ambigüedad de "tres o cuatro", como si aún hubiera algo que me permitiera considerar una cuarta persona. Las palabras ya hicieron su labor.

Pese a estar satisfecho con lo acontecido, aun me ronda la idea de si esta persona podrá ser fuerte y sobreponerse a su debilidad. La conversación que tuvimos todavía ronda mi cabeza; mientras estoy sentado sobre mi cama desordenada e intento levantarme hacia  mi viejo escritorio, vienen  a mi mente aquellas palabras que intercambiamos. Ciertamente, esa conversación ha sido material para mis cavilaciones de esta noche.

- ¿Cómo te has sentido? -me preguntó con aspecto de preocupación mesurada.
- Creo que he estado mejor en otras ocasiones, pero esto no está nada mal. He superado las molestias, pues tengo un espíritu imperecedero, y un ímpetu diabólico -le respondí con soberbia y arrogancia, mientras daba una mirada de soslayo a sus brazos.
-Entiendo. ¿Por qué no has querido recoger estos vidrios que están por toda la habitación? Al entrar casi me lastimo, cualquiera podría salir herido, eso lo sabes, ya que tú mismo estás todo cortado -me dijo con una expresión perdida en su rostro.
- No tengo tiempo para recoger vidrios. Además no me corresponde, no es mi culpa que se haya caído aquel vaso torpe, es culpa del viento. Tampoco me importa que alguien más se lastime, pues nadie entra aquí; no acostumbro tener visitas. De hecho, si casi te lastimas con los vidrios es porque no has tenido cuidado, aparte tu quisiste venir acá, es tu responsabilidad, por tanto no me atañe a mí -dije casi maquinalmente.
- Claro; es fácil ceder la culpa a otros, y luego acomodar las responsabilidades -expresó a regañadientes y en voz baja, con una molestia evidente en su tono voz.
- No me compete aquello, este no es el caso en que se dé aquello que has dicho. Al parecer te ha molestado lo que te he mencionado antes, pero es la verdad.
- Por supuesto. Es tu verdad. Bueno, no importa, te ayudaré a recoger estos vidrios -dijo mientras tomaba una bolsa, una escoba y una pala. Luego comenzó a sacar los vidrios esparcidos por la habitación.
- No es necesario que hagas eso. No es algo que te importe y que debas hacer por causa o motivo alguno. No hay nada que te obligue a ello, créeme. 
- Lo hago por tu bien, nuestra amistad me dicta el ayudarte en esto. Además, si lo hago, ya podrás desplazarte un poco mejor por toda la habitación, dejarás de cortarte con los vidrios al caminar, tus heridas  sanaran, sin que otro corte nuevo las agigante, tendrás la posibilidad de salir de la habitación de manera más cómoda, para que así puedas hacer tus necesidades, ir a la cocina a prepararte algo de comer, e incluso, salir a tomar aire fuera de la casa. ¿No te parece genial? Eso te ayudará a que pronto estés completamente recuperado.
- No entiendes lo que ocurre. Estas heridas no son las que me tiene inmóvil, no son los cortes los que me obligan a estar recostado, no es por los vidrios por lo que estoy aquí, en mi habitación, todo el tiempo. Me da igual cortarme para ir en busca de alimento, o para ir al baño y hacer mis necesidades. La herida que me tiene postrado es aquella obtenida en la batalla, aquella que me ha propinado el enemigo con sus armas sofisticadas. No sirve de nada el quitar los vidrios, o quizás sólo un poco; el punto es que en lo sustancial no es gran cosa. 
- Ya veo, con que es aquello otra vez -dijo con voz tosca mientras se dirigía fuera de la habitación, para ir a la cocina a botar la bolsa, llena de vidrios pequeños y medianos, en el basurero.

Ya había terminado de barrer todos los restos del vaso caído. Al volver traía una expresión seria en el rostro. Se sentó en la silla que está en frente de mi viejo escritorio y dio una mirada por la ventana. Algo le causaba desagrado en todo lo que le había dicho. Luego de meditar unos minutos, volteó la mirada hacia la cama, en donde me encontraba sentado, y dejó escapar un pequeña sonrisa irónica.

- Entonces es aquello -dijo con sequedad.
- Sí. Es algo inevitable -dije parcamente.
- No sé hasta qué punto es inevitable. Pero es cosa tuya, bien lo sabemos. Supongo que la señorita durazno está involucrada en todo esto, ¿cierto?
- Sí, así es; aunque no es su responsabilidad. Lo he meditado: aquí la han engañado para que ayude al enemigo. De eso estoy seguro. Se han aprovechado de su temor ante el presente, de su temor ante su existencia concreta-presente, la han distraído y dominado, y por ello ha pasado a ser la estratega maestra de toda esa milicia corrupta.
- ¿Estás seguro de aquello? ¿Qué te hace pensar así? Yo veo que la intentas salvar de toda culpa. Y es raro, incluso contradictorio, pues tu mismo  has dicho que es por culpa de aquella herida obtenida en batalla que te encuentras postrado; herida producida por el enemigo, cuyo estratega maestro es dicha señorita "duraznosa", por tanto, ella sería la culpable de tu mal.
- No lo veo así. Tú piensas así por conveniencia propia. Ella no es la culpable, aquí el culpable es un vaso débil y un viento impetuoso. Por culpa de ellos me he lastimado con varios cortes en el cuerpo, y ello no me ha dejado hacer cosas en vistas de mi revancha. La otra herida, la de la batalla, ha sido producida por los enemigos, no por su estratega, la cual, insisto, está siendo utilizada. Curados mis cortes, puedo sanar mi otra herida también, por medio de una planificación para mi venganza. Eso es lo que no entiendes; eso es lo que no quieres entender, pues te desagrada la señorita durazno -dije con un cierto grado de molestia, a la vez que sentía mi pecho acalorado.
- Es verdad, ella me desagrada. Pero estas mezclando cosas que no tienen razón de ser, pues lo que te digo es desde un punto objetivo. 
- No lo creo. Tú sabes muy bien que tienes un conflicto de interés de por medio: yo. 
- No quieres ver lo evidente Steve -dijo con molestia notoria.
- ¿Lo evidente según quién? ¿Según tú persona? Mejor vete e intenta encausar tu rumbo, pues la debilidad te empapa. Me acusas de algo que tú vives en relación a mí; no porque en tu caso sea así yo actuaré igual a ti. Quizás en el pasado, pero no en mi presente. 
- Niegas la posibilidad de algo que se muestra a los ojos de todos; no dejas entrar la luz de la razón en lo que está pasando -dijo mientras se levantaba de la silla.
- No necesito luces de ninguna razón, me basta con la propia. Guarda tu luz para ti; te recomiendo que no sigas el camino del parasitismo, es degradante, lo sé por experiencia propia.
- Tus palabras son nefastas. Te dejo en tu miseria, sólo eso queda por hacer -dijo con voz alterada, con un gesto de desprecio e ira.
- Creo que mi miseria es un paraíso en comparación a tu servidumbre asqueante y tu parasitismo enervado -dije con sarcasmo, y con una leve expresión de desprecio.

Después de aquellas palabras sólo quedó un eco: el de la puerta al cerrase fuertemente, tras la salida apresurada de aquella amistad perdida. No toleré tamaña ofensa. Sé que me equivoco a veces, pero en este caso no acontece aquello, ¿no pueden entender eso? Claro que no; todos quieren ver algo que no es, y me acusan a mí de ser quien no ve la realidad. Es por eso que prefiero el encierro, mi habitación solitaria, antes que la compañía de miopes y simplistas.  Es mejor estar frente a mi viejo escritorio y empezar a redactar que dialogar con alguien que no quiere entender, que insiste en algo que ya ha sido aclarado antes, y que cuya última palabra ya ha sido dicha.

No siento una gran pérdida. Me preocupa más el recuperarme luego de estas heridas. Al sentarme en la silla que está frente a mi viejo escritorio, me he dado cuenta de que el malestar ha aumentado, y que algunos cortes se han abierto producto de la exaltación de la discusión que se ha producido minutos antes. Han pasado cuarenta minutos desde que salieron ofuscados por la puerta de mi habitación. Seguramente no me percaté de la sangre por estar absorto en mis pensamientos. Pero insisto: lo más importante es sanar esa herida de batalla por medio de una revancha; volveré por mi venganza, y demostraré que no estoy equivocado. Además, la señorita durazno no es factor para mí, no afecta en nada mis raciocinios y mi planificación,  pronto será superada y dejada en una caja de olvido, de donde no saldrá jamás. Y eso porque soy benévolo, pues podría exterminarla; no hay nada que supere mi genialidad.

La noche avanza. El sangrado se ha detenido. Me levanté al baño, para curar las heridas que se habían abierto, y luego fui por algo de comer. Ya todo está más calmo, el aire deja sentir la tranquilidad que me brinda esta soledad; el ambiente ya se ha limpiado de la contaminación que significa el que alguien más entre en mis espacios. Al parecer es hora de descansar. Mañana debo despertar temprano, pues intentaré levantarme para salir a dar un pequeño paseo. Necesito de ese aire fresco que sólo se consigue en medio de árboles y jardines.

2 comentarios:

Amapola dijo...

Curioso tipo, de mencionar la discusión con aquella persona, si le era tan poco relevante. De seguro la menciona para mostrar que no está equivocado, que no es debil, que el viento bota el vaso, que todo cicatriza por su propia cuenta. Espero la proxima parte, señor.

Prometeo dijo...

bastante ansioso me mantiene tu historia, no veo la hora de que aparezca la siguiente parte. Veremos como se desenvuelve.

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Concierto de Tripas.


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