Sangrienta Malvenida ha llegado a el inframundo y de una patada ha abierto el Tartaro, liberando toda clase de escupitajos de sinceridad, disparates encerrados por una eternidad, luces y sombras de historias contadas que jamas fueron oídas. Sangrienta Malvenida le ha dado una oportunidad a toda ese mundo encerrado entre Occipital y Frontal, Parietal y Temporal. Ese mundo caótico deseoso de adquirir vida propia, acaba de hallar una nueva oportunidad. Sangrienta Malvenida no sabe que lo ha hecho, pero lo ha hecho.

Aquí empieza la función!

Porquerías de poemas

lunes, 18 de abril de 2016

Dejar ir

Somos un instrumento más
En esta gigantesca sinfonía
Encontrar la sintonía
Esa vibrante armonía
Es un precioso regalo
Pero jamás hay que olvidar
Que cada nota
Debe morir
Para dar paso
A la siguiente
Y el compas
También terminará
Para dar vida
Al siguiente
Hay sonidos
Que tocan el alma
Para disfrutarlos
Y no sufrirlos
Es preciso recordar
Que toda melodía
Es una sucesión
De pequeñas muertes
Que se direccionan
Precipitadamente
Al silencio final.




Aviones, febrero

Hace uno o dos días
Un viejo amor cumplió años
Era tan importante
y hoy ya no me acuerdo
si era 12 o 13 de este mes
Ella se ha convertido
En una mujer radiante
Audaz e inteligente,
Mas de lo mucho
Que ya era antes
cuando la ame.
Cuando la conoci
Era una muchacha
Con fuego en los ojos
Miraba desafiante
Pero risueña
El futuro
Ella sabia que podía
Tomarlo entre sus manos
Si de verdad se lo proponía.
Ella era una niña en sus adentros
Recuerdo esa noche riendo
En los columpios
O bajo una farola apagada
Tendidos en el húmedo cesped.
Hoy ella es una mujer
Mas que sobresaliente
Viaja a cientos y cientos
De metros sobre la tierra
Contempla sonriente
Desde las alturas
Las chiquititas
Y pintorescas ciudades
De estos animales
Que manejan herramientas
Y se explotan unos a otros
Ella camina, tal vez danzando,
Y llega hasta el final
De la muralla China,
Camina por las calles
de decenas de ciudades
saboreando culturas
saboreando esperanzas
saboreando magia cotidiana,
ese gusto quizás era
nuestro mas poderoso nexo
cuando lo hubo.
En un encuentro casual,
Cuando me pillo
Tocando en mi guitarra
Una canción
Que compuse para ella
Me decía que soñaba
Con viajar, con conocer,
Ella quería tocar el cielo
Con sus dedos,
De una u otra manera
Al parecer lo ha conseguido
Me tomo esta cerveza
Sonriendo, brindando por ella.
Ella se canso de mi
borracha rabiosa y desmedida
Locura.
Cerro la puerta con fuerza
Para no volverla a abrir
Han pasado años
Sin esos ojos
ese tono de voz
esa sonrisa.
Me he perdido
En otros ojos
Y otras pieles
he gozado y sufrido
Nuevos amores rotos,
He brindado en honor
O culpando a otras tantas
Despues de todo
Segui siendo yo mismo
Tu cuchillo fue bondadoso
Quirúrgico, yo se que
En el fondo
Querias extirpar de mi
La debilidad.
Hace mucho que
Ya no sueño
Despertar y encontrarla
Desnuda conmigo en cama
Ya no sueño
Con emocionados reencuentros
Ni siquiera
Un singular instante
de complicidad
en una mirada
en el metro.
Hoy me limito
A desear
Cada vez que
Escucho noticias
De accidentes de aviones
Que ella
No haya estado
En ese vuelo.









 Lección de las arañas

Las paredes del jardín
Están repletas de arañas
Escapan de su hogar invadido
Cruzan rápidamente la tierra
Y se me suben por los las piernas
Todos los días mueren
Hormigas, cucarachas y escarabajos
todos los días algun ser humano
pisotea con fuerza algun bicharraco
y casi nunca es siquiera
una anécdota.
Contemplo el destrozado nido
Con amargo sabor imagino
Que un gigante viene
Y destroza nuestros hogares
Un gigante que piensa que
Todos nosotros somos prescindibles
Un gigante que se adjudique
Y reclame a punta de soberbia,
Violenta, fría e insensible,
la propiedad de alguna tierra
que seguirá ahí por mucho mas tiempo
que todo aquel que pueda decirse
dueño de ella.
Eso han de ver los sionistas
Cuando todos los días
Asesinan palestinos
A punta de plomo y explosiones
Eso deben imaginar
Los soldados yanquis
Al dispararle a algun iraquí o afgano,
O cuando torturan en Guantanamo
Eso es lo que vio Hitler
No solo con los judíos
También los negros, comunistas,
Los gitanos, homosexuales,
También drogones y enfermos
Eso es lo que ve Trump
En los latinos y afroamericanos
Eso es lo que Pinochet,
Contreras, Krasnoff
Y todo el resto de hijos de puta
Vieron en nuestros desaparecidos
Torturados y asesinados.
Abrumado me senté
Frente a las ruinas de su hogar
Y me limite a contemplar
Como terminaban su huida
A uno de sus últimos refugios.
No mate ninguna más
Tampoco ataque su refugio restante
Solo mire, mire y reflexione.
Llegue a la conclusión que en fondo
En lo más oscuro e íntimo
De nuestros adentros
Habita un Netanyahu, un Nixon,
Un asqueroso Trump
Un nefasto Hitler, Musolinni y Franco
Un repulsivo Pinochet, Batista
Un voraz y traidor Stalin.
Las arañas acabaron de asentarse
En su nuevo refugio
La vegetación mas tarde crecerá
Y ellas posiblemente a su tierra
Por fin regresaran.
Agradecido de su humilde lección
Me decido a enfrentar
A ese enemigo
Despreciable y contaminante

Que aun habita dentro de todos nosotros.

Relatos

Doscientos kilómetros por hora

Estaciono el auto en uno de los estrechos y sucios pasajes del culo de esta ciudad, un rincón apretujado y abandonado a la miseria en los extremos de la ciudad, aquí el respeto se gana demostrando tu poder, aquí, donde el resto del país sabe de su existencia solo por las noticias de delitos en los putrefactos canales de televisión, aquí, donde fuimos criados, no sin amor, pero si con dureza y hambre, con un miedo latente. Ese miedo de que en cualquier momento patearían la puerta y se llevarían al viejo, a tu hermano o a tu mejor amigo. Somos experimento de la maquina social, ella espera que nosotros juguemos el papel del malo, del incorregible, del peligroso, de todo eso que su hipócrita moral desprecia. Desprecia, pero necesita y ¡Oh como la necesita! La sociedad requiere que alguien juegue ese papel para que las conciencias colectivas puedan dormir por las noches, somos el fácil punto de comparación, gracias a nosotros, ellos pueden sentirse un poco mejor consigo mismos. A veces me pregunto si, una vez en este camino, no hay real salida. Poco importa a estas alturas. Alcanzo una botella de whisky en el asiento trasero, abro la puerta y me bajo.
Los niños del pasaje se amontonan acercándose y un par de señoras miran desde la esquina cuchicheando entre ellas. Los mocosos me festejan pero hago caso omiso, uno de ellos, apartado del grupo me mira en silencio, puedo ver que en sus ojos no soy otra cosa que una adaptación de una vieja película que ya ha visto. La película de su padre, sus tíos y hermanos.
Saco las llaves acercándome a la reja mientras una gárgola viene hacia mí. En su demacrado rostro, con evidentes signos de angustia y con los ojos casi ya sin luz, reconozco a un antiguo compañero de pichangas de niñez. Largos años de pasta base lo han convertido en el esperpento que hoy deambula confuso en busca de alguna moneda. Sé que en el fondo ya ni disfruta al consumir, solo se deja arrastrar por la inercia del vicio hasta la tumba. Me atormenta pensar que, en alguna medida, todos hacemos lo mismo con un vicio u otro. Y los vicios, es más que sabido, van mucho más allá de las drogas. Se puede ser adicto a casi cualquier cosa, a veces la adicción se disfraza de valores más aceptables para enmascararse, pero está ahí. Él es una gárgola ¿Y yo? ¿En qué demonios me convertí? Lo miro directamente a los ojos y saco un billete del bolsillo “¿No te parece que el cielo está a punto de caer encima de nosotros?” le digo colocando el billete en su mano. Doy media vuelta y entro a casa.
Huele a humo de cigarrillos y alcohol. Recorro la polvorienta sala pateando colillas de cigarro, de tanto en tanto se me pega el zapato en viejas charcas de botellas derramadas que jamás se limpiaron. La casa permanece silenciosa, abro la puerta de la habitación y veo a Deniss fumando acostada en la cama con la mirada perdida. Doy media vuelta y voy a la cocina, busco exhaustivamente un vaso limpio hasta por fin dar con uno, solitario, en la parte alta del mueble. Me lanzo sobre el sofá, me sirvo el whisky, coloco los pies sobre la mesa de centro y alcanzo el control remoto. Sin embargo la televisión no enciende, ni me molesto en averiguar la causa, realmente no tenía ganas de verla. Escucho pasos desde la habitación. Deniss cruza la sala, puedo sentir la rabia en su mirada. “¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar trabajando?” me dice parada frente al sofá, doy un largo sorbo y termino el vaso, mientras lo relleno le contesto “Me despidieron” Comienza el griterío “¿Y qué mierda vamos a hacer ahora?” “Estoy cansada de esta vida y tú nunca haces nada para que esto mejore” “¿Este es el cielo que me prometiste?” “¿Podrías por un maldito segundo prestarme atención?” Doy otro largo sorbo y termino el vaso una vez más, cuando termino de rellenarlo la miro. Saco las llaves del auto y las dejo sobre la mesa. “Feliz aniversario” le digo riendo mientras doy un sorbo. “Hoy no es nuestro aniversario” “¿De dónde sacaste esas llaves?” cuando se asoma a la ventana y ve el Porsche se queda muda. Me mira fijamente haciendo un gesto de negación con la cabeza, luego camina rápidamente a la habitación. No tarda demasiado en volver con sus maletas, no despego la mirada del vaso de whisky y la botella. Puedo oír como se acerca, puedo reconocer su clásico aliento alcohólico mañanero, antes eso me seducía bestialmente, hoy me es indiferente. “Mi madre tenía razón contigo. Estas completamente loco, no eres el mismo que conocí, ya no te amo” me dice al oído. “Ya lo sé, yo tampoco te amo hace mucho. Creo que seguimos por la inercia” le respondo mientras me sirvo otro vaso “Ya empezamos con lo de la inercia. Vete a la mierda, ya me canse de ti” dio media vuelta, salió sin mirar atrás y cerro con un portazo. Doy otro largo sorbo.
Van a venir por mí, lo sé. Realmente ya no importa. Conté día a día mi condena durante tres interminables años. Solo añoraba salir, y cuando lo hago recuerdo que en el fondo afuera también es una prisión, una mucho más grande. No se puede vivir honestamente –o esclavizadamente- cuando nadie quiere darte la oportunidad de demostrar que vales algo. Ya estamos marcados, e intentar adaptarse después es imposible, pues, al conocerse tu pasado, inmediatamente te conviertes en un sujeto deleznable, que no es digno de confianza alguna. Ya estoy harto de que me miren de reojo, como esperando a pillarme en algo turbio, como buscando una excusa para no lidiar con la idea de mi presencia. Es así para cualquier ex reo siempre. Mi jefe me acuso de robarle no sé qué porquería, por eso me despidieron, o bien por qué le propine un puñetazo de lleno en pleno rostro. Pensé: A la mierda este asqueroso empleo, el reloj cada maldita mañana y todos esos putos sacos y herramientas, a la mierda trabajar a todo sol a las 2 de la tarde, el nauseabundo transporte que nos acarrea como ganado, los descuentos en la colilla final del sueldo, a la mierda mi mujer y todas sus noches que no llega a casa sin decir palabra, su manía por beberse todo mi licor y su insistencia en culparme por la miserable vida que llevamos, a la mierda la putisima televisión, a la mierda la rehabilitación y la puta vida en sociedad. Cuando vi a mi jefe tumbado en el piso con la cara completamente ensangrentada, recordé a mi padre y me dije “El viejo estaría orgulloso de mí”
Salí como un huracán, pase a una tienda de juguetes y compre una pistola que parecía de verdad, luego me dirigí a un local de compraventa de autos exclusivos. Hoy se cumplen ya 10 años de la muerte del viejo. A él no había quien le parara, hubo tiempos difíciles pero de alguna manera u otra siempre conseguía poner comida sobre la mesa. Cuando lo encerraron llegaron los tiempos del hambre. Le toco a mi hermano sostener el peso, pero no tenía la experiencia, la bravura y la agudeza del viejo. Dos años duro así antes de hacerse encerrar por un asalto a una tienda de ropa deportiva. Quede solo con mama, ella no podía trabajar por su salud. Así que con 14 años me sumergí en el mundo de mi padre, trate de acercarme a los amigos del viejo, ellos me dieron uno que otro trabajo y así fui aprendiendo y llevando el pan al hogar. Todos ellos decían que tenía talento para esto, que era la viva imagen de mi padre en su juventud. Pasaron los años y la cosa solo mejoraba, ya no pasábamos hambre, mama tenía sus costosas medicinas y se empeñaba en ver la televisión abierta a pesar de que le pagara televisión por cable, también contrate una enfermera para que se encargara de las labores que yo ya no quería hacer. Vivíamos bien, me gustaba mi trabajo, sentía que ahí era alguien, además de lo evidente, el sabroso y tentador sabor del poder. Salía de fiesta todas las noches, para mí no había puerta cerrada ni mujer que se resistiese. Cuando creía que lo tenía todo, llegaba un poco más alto. Por un instante creí que la ascensión no pararía, era un iluso.
Me acerque hasta un Porsche y lo quede mirando fijamente. Cuando era un niño el viejo me llevo en uno de sus días de trabajo. Era un Porsche, muy parecido a este, hizo que me sentara en el asiento del copiloto. Yo estaba loco por el auto, era como en las películas. El viejo, riendo, me dijo que algún día yo manejaría uno así. Un vendedor se acerca, finjo acento de cuico ciútico. Parece creer que yo podría comprar semejante máquina. Finalmente consigo hacer que me invite a probarlo. Acepto su oferta de inmediato y me subo al asiento del conductor.
El vendedor habla con otro tipo del lugar pidiendo papeles de no sé qué porquería, luego regresa, se sube al asiento del copiloto y me entrega las llaves. No presto atención a sus indicaciones, salgo de la automotora y cuando ya me he alejado unas tres cuadras saco la pistola de juguete y le doy un puñetazo con la otra mano. Freno el vehículo mientras le apunto y le grito para que se baje. Finalmente, aterrorizado, lo hace. Me estiro al asiento contiguo para cerrar la puerta, luego regreso a posición de conducción y me alejo, tomando la entrada a la autopista.
Me encerraron justo el día que salió el viejo. No lo podía creer. Luego de una exitosa misión en una joyería, de alguna manera dieron con el lugar donde llevamos el botín. Éramos doce, pero llegaron a nosotros dos primero. Javier y yo guardamos silencio pero atraparon a casi todos los demás de todas formas años después. Fue como una comedia negra la primera visita del viejo. Quien diría que la espera para trabajar juntos, codo a codo, solo acabaría con la inversión de los papeles. El viejo y mama venían siempre para las visitas, yo mataba los días con ejercicio, peleas, drogas y si me sobraba tiempo leía al viejo de Camus, el extranjero, un libro extraño y amargo, pero tan misteriosamente seductor. Piso el acelerador evadiendo un auto que va por la pista rápida a unos miserables 100 km/h. Ya he dado la vuelta completa por esta carretera en forma de anillo. Me agrada esta sensación.
Uno de los días de visita, cuando no llego mama ni el viejo, supe que algo ocurría. Conseguí llamar por un celular que había conseguido hacer entrar hace unos días. Fue así que me entere de la caída del viejo. Estaban metidos en algo grande, algo que prepararon desde las mismas paredes y barrotes que después me encerrarían a mí. Un idiota abrió mucho la boca y todo se pudrió, la policía llego y las balaceras comenzaron. El viejo cayó con un directo tiro al corazón. Aún recuerdo su pálido rostro muerto, no tenía miedo, sonreía. Me sentí orgulloso. Sé que si me viera ahora, a doscientos kilómetros por hora, por la carretera en el auto con que me dio la bienvenida a ese mundo, con el cigarro en la boca e importándome un carajo la puta policía que vendrá tras de mí, estaría orgulloso también.
Sirvo otro vaso de whisky, la botella casi está agotada. El viejo siempre compraba esta misma botella y bebía, bebía un vaso tras otro y nunca, o casi nunca se emborrachaba. Yo me parecía a él, pero no tenía esa capacidad. El viejo se podía beber dos o tres botellas en un día y lo podías ver fresco, perfumado. Yo no era así, pasando la mitad de la segunda botella tenía que tirarme una raya o dos, me sabía con la guardia baja y no me lo podía permitir. Hoy importa un carajo, van a patear la puerta y me van a tirar al piso, me pondrán esposas y me arrastraran a un bicharraco metálico, conducirán hasta la prisión y me trasladaran a una nueva jaula. En el fondo, esta no es otra cosa que eso, una transferencia de una jaula a otra. Me dejaron salir solo para que hiciera esto, así podrían seguir vendiéndose los periódicos matutinos, así las viejas cuicas del barrio alto podrán beberse el té tranquilas consigo mismas, así los estúpidos y pasivos santurrones seguirán sintiéndose buenos seres humanos, así toda la puta sociedad puede vivir creyéndose gustosamente su propio engaño. Pienso que todos ellos me deben y deberán siempre un agradecimiento.
La botella se ha vaciado y se cuál es el destino que esta próximo. Me angustia pensar otra vez en la inercia. Me asusta pensar que el viejo también fue arrastrado, así como yo, por esa poderosa corriente. Siempre hablaba del abuelo y su legendario talento en el negocio, las hazañas de sus tíos. Todos bebimos el mismo whisky, disparamos casi las mismas balas, todos, salíamos como gloriosos cazadores nocturnos por la noche, sin miedo a rejas, ni perros, ni leyes, ni hombres armados, nada podía detener nuestro coraje. Era nuestro legado, esa fiereza natural, esa extraña capacidad de hacer callar a todos solamente elevando un poco el volumen de la voz. Éramos de esos con los que no querías lidiar cuando estamos enojados, de esos con los que hay que saber distinguir la distancia, las palabras y el tono. Eso sí, yo nunca fui un tipo difícil cuando se me trataba con respeto, no como el viejo y los demás. Luego de que el viejo se fue, todo se desmorono. Mi hermano murió en una riña en la cárcel, era demasiado explosivo y no pensaba demasiado, iba a pasar en algún momento. Mama no murió mucho después. Cuando salí de la cárcel llegue a una casa vacía. Conocía a Deniss de antes, cuando nos encontrábamos estábamos solos, borrachos y sedientos. Así terminamos juntos, ella estaba convencida de que podíamos salir adelante sin que yo volviera a ese mundo, que trabajando dura y honestamente lo lograríamos. Trate de hacerle caso, durante años deambule de un empleo en otro, el trabajo como jornal es cansador, llegas molido, cansado e insolado a casa. Por las noches nos emborrachábamos y lo hacíamos. Los fines de semana hacíamos lo mismo. Esa era la vida y eso, seguiría siendo hasta que me saliera espuma por la boca. Que agobio.
La puerta se abre de una patada y escucho gritos. Veo sujetos vestidos de verde, los ojos de las bestias y pistolas. Me tiran al piso y me patean una y otra vez. Siento las esposas metálicas y una mano tomarme de la ropa y levantarme. Me empujan hasta la puerta y luego la calle, el Porsche está ahí, los policías lo revisan. En la casa otros permanecen en busca del arma, sonrió, pues pierden su tiempo. El grupo de niños observa a la distancia, la gente del pasaje mira por la ventana, algunas señoras cuchichean y en otra esquina un grupo se pasea con palos y hechizas en las manos. Antes de subirme al carro policial veo los ojos de aquel muchacho silencioso y sin decir palabra, conversamos y escuche como su voz se quebraba porque estaba convencido de que, al igual que yo, el viejo, su hermano Javier, el mío y cuantos más, le había tocado actuar ese papel, en esa película que no dejaba de ver día a día alrededor.













Haciendo camino

-¡Apestas! ¿Hace cuánto que no te duchas? ¿Acaso estas borracho otra vez?- me gritoneo ella cuando llegue a casa. Últimamente apenas se molesta en saludar antes de empezar a gritar. Trate de dirigirme al sillón pero se cruzó en mi camino con ojos de fiera- ¡Es suficiente! ¡No voy a volver a pasar por esto otra vez!-
-No me publicaran, dicen que no creen poder vender el puto libro- le respondo entre avergonzado y molesto, intento pasar, pero vuelve a interponerse en mi camino.
-¡No me interesa tu maldito libro y toda esa mierda! ¡No quiero escuchar más tus excusas! ¡Sal de aquí ahora mismo!- insistió furiosa. Quise hacer caso omiso pero camino hasta el mueble y de atrás saco la escopeta gritando que le haría un bien al mundo si me volara los sesos.
Salí lentamente y sin mirar atrás. Cuando cerré la puerta a mi espalda note un helado viento. Deambule inseguro por las calles sin saber bien adonde ir. No tenía parientes ni amigos cercanos, pero si suficiente dinero para pagar una semana en uno de los viejos hoteluchos. Qué horror. Otra vez en un sitio así. Desganado intento no pensar en esos baños, esas paredes, en esos colchones, almohadas y esas sabanas.
Hago la reservación en un uno de esos de dos pisos con numerosas habitaciones. La vieja a cargo me mira como con pena al verme llegar a un lugar así solo. Reservo unicamente esta noche, tal vez Jess cambie de opinión, o eso me habría gustado. En el fondo sabía que no sería capaz de pasar más de una noche ahí. Una vez hecho el pago y ya con las llaves a disposición cruce la calle y entre a un viejo sucucho oscuro donde se vendía cerveza hasta muy tarde. Me senté en un rincón alejado de la parpadeante luz y pedí una botella para empezar.
Bien, esta no es la primera vez que me veo así. En una ciudad ajena y extraña, rechazado, abandonado, lanzado a la deriva por mi cuenta. He ido ganando experiencia como marinero, de alguna manera antes de llegar a puerto puedo saborear por adelantado este instante, ese momento en que con fierros y palos en llamas me expulsen de vuelta hacia alta mar.
Ya no duele como antes, con el paso de los años el dolor se fue convirtiendo en un vacío hambriento que podía saciar temporalmente dándole cerveza, whisky, cigarrillos o –siempre que se podía– la calidez de la entrepierna de una mujer. No tenía un plan demasiado urdido para enfrentar el gigantesco vacío de esta noche, supongo que iba a seguir bebiendo todo lo posible para luego deambular errático por las calles en busca de una sorpresa que detonara una especie de catarsis, o alguna ebria visión de la iluminación. Como esa noche en la capital.
Era la tercera vez que me rechazaban un viejo libro, además esa mujer, Fer, se había marchado con otro. Ellas siempre se marchaban cuando en mi vida todo comenzaba a derrumbarse. Esa noche de martes bebí, bebí y volví a beber. Estaba molesto, triste y frustrado, pero la cerveza sabia tan bien que se me olvidaba lo mal que estaba y cuando el pecho me empezó a arder me di cuenta que estaba ganando, saque un cuadernillo y un lápiz y empecé a escribir, hacia pausas solo para beber mas y pedir otras botellas. Fui llenando paginas con relatos marginales, de carcajadas oscuras y oraciones de batalla. Cuando puse el punto final levante la vista y vi como levantaban las sillas del lugar, no tardaron en echarme. Sali a punta de tropezones, pateando botellas y riendo como enajenado, no logro recordar de que. Deambule en zigzag por las despobladas calles nocturnas capitalinas, cuando llegue a un viejo paseo iluminado saque la petaca para celebrar ese paisaje. Me sentía como legitimo heredero del mundo, no importaban las miradas de las viejas soñolientas en las ventanas ni los imbéciles que no querían publicar mi libro. Me repetía una y otra vez que toda esa gente no reconocería algo bueno ni aunque eso les pateara el culo o se los follase por ahí mismo. Da igual, nada de eso importaba. Sabía que desde adentro estaba haciendo camino a mi propia victoria a través de los numerosos fracasos. Termine la petaca de un largo sorbo y sonreí, me sentía ligero, ya no me pesaba ni Fer, ni el arriendo, ni el hambre, tampoco el dinero que ya casi se agotaba. Me olvide del olvido, las paredes y los barrotes, los ojos sin luz y todos, todos esos muertos que esta noche descansaban en sus camas, listos para mañana ir a sus muertos trabajos y seguir su muerta vida. Camine entre tambaleándome y danzando hasta una vieja estatua situada en el centro del paseo. Era en honor a otro de esos viejos abominables que la historia condecoro con flores. Esa misma boca que sonríe dio la orden para cuantas matanzas obreras en el pasado. Me baje el cierre, coloque mi verga en su helado rostro de escultura y comencé a mearlo. Cuando estuve a punto de terminar de vaciar el estanque pude percibir un destello corto, al voltearme pude ver a un tipo con una cámara que se alejaba a la distancia. No le di mucha importancia al asunto, baje de la estatua y comencé a correr en cuanto vi a las bestias uniformadas. Corri, corri y segui haciéndolo hasta llegar a mi casa. Me quite toda la ropa, prendi el último cigarrillo y me tire sobre la cama pensando que tenia el cuerpo en llamas y que el edificio probablemente se quemaría antes del amanecer, cosa que no ocurrió. Dos días después me llamarían diciendo que publicarían mi libro, dijeron cosas raras sobre una foto, yo no sabía de que mierda hablaba el, pero daba igual, lo había logrado.
Han pasado largos años desde esa noche, y aquí estaba, una vez mas perdido hundiendo la cabeza en bares, a la espera de un telefonazo que no llegaría, masticando derrotas en la boca, pasando el mal sabor con cerveza. Nada ha cambiado desde entonces. He retornado una vez mas a este punto del ciclo ¿Qué es lo que vendrá? ¿Intentar volver con Jess? ¿Volver a llamar al sucio Ricki para pedirle una mano para publicar el libro? No tengo deseos de rogar a nadie, no creo que se lo merezcan. Pido una cerveza mas, pienso tomármelo con calma, esta noche no hay prisas.
Voy vaciando vaso tras vaso, espero ese instante, ese calor en el pecho que mueve mis brazos, que deja el lápiz besar el papel en una danza frenética. Pero va uno tras otro y el momento no llega. El lápiz descansa en la chaqueta y el pequeño cuadernillo permanece cerrado sobre la mesa. Ningun baile forzado es bueno, si no nace esta noche, otra mas sera. Cuando voy a pedir otra cerveza veo como se me acerca un tipo de unos treinta. Me pregunta si soy quien soy, me dice que empezó a leer mi libro hace poco, que le ha gustado y no se que mas. Me ha invitado la siguiente cerveza. El tipo habla y habla, yo lo escucho mientras me sirvo otro vaso. “Cuentame de la anécdota de la foto” ¿Cómo no iba a tocar el tema? “Tenia que mear en algun lado” le respondi luego de que el silencio en espera de la respuesta se extendia. Se ha largado a reir, ni el ni nadie conoce ni conocera ese tipo de detalles. Me reservo solo para mi algunas experiencias vividas, las más intensas probablemente, como un pequeño y olvidado tesoro escondido dentro del pecho. Pienso que todos los que viven de verdad pasan por algo similar. No es el miedo a que el excesivo manoseo degrade ese tesoro oculto, es sencillamente que hay cosas de las que apenas se puede hablar, cosas que superan el mero entendimiento intelectual, momentos en que el tiempo parece música y los quejidos son poesía. Eso no se detiene al examen del intelecto, se bebe como si fuera un vaso en llamas de whisky con vodka, eso se siente bajar por la garganta e incinerarte el pecho. Eso se siente, y sentir para alguien que está vivo es arder. Nadie entenderá como por un instante ardiste tanto como el sol. Pero, en el fondo, tú lo sabes, y mientras no seas tan imbécil de poner en duda lo mejorcito tuyo, bastara. Tienes que disfrutar de ti contigo mismo, tienes que aprender a saborear la vida por tu cuenta. Puede ser que un día en la obra nadie más entre en escena, no vaya a ser que por eso se apaguen todas las luces y se acabe la funcion. Hagas lo que hagas no concedas el protagonismo de tu vida, si el pecho te quema por comprometerte con algo: hazlo, pero que sea por la más profunda convicción, no conviertas los puentes en vías de escape de ti mismo. No te abandones, no te guardes en el disimulo, no te escondas en la apariencia, no permitas que la comodidad te vuelva inmóvil, no te avergüences ni de lo que el agua se lleva cuando tiras la cadena. Esta vida es tuya y, como decía el viejo francés de mirada perdida, eres lo que haces con lo que hicieron de ti.
El tipo no ha tardado en levantarse de la mesa al ver a una guapa muchacha, de bellas piernas y vestido verde, entrar por la puerta del bar. Vaya bombón que se tira el tipo este, me agradece y se despide en busca de su novia. No tardan demasiado en marcharse y la botella vuelve a flaquear, mi vaso está vacío y el fuego en mi pecho se resiste a arder con mayor vivacidad.
Sali del bar, quiero beber algo mas fuerte y en ese lugar me arrancarían un ojo de la cara por un par de vasos. Camino un par de cuadras, hay poco movimiento, mas, pueden distinguirse aun empleados borrachos del mundo del ferrocarril, cargadores cansados, en la esquina una mujer de unos cuarenta años con falda de niña de doce y un peto amarillo rie con su amiga transgenero mientras comparten una botella de ron.  Creo que este ha sido de los pocos paisajes en este lugar en el que me he sentido como en casa.
Compre una botella de whisky barato en la botillería y camine varias cuadras mas, cruce una plaza contigua a la zona de carga de trenes y luego de una cuadra mas en ascenso, llegue hasta un pequeño cerro desde el cual podía distinguirse casi todo el pueblo, era uno de los puntos ideales también para contemplar las estrellas. Siempre vine aquí solo, Jess no era de este tipo de cosas. Nunca supo de todo lo que se perdia, pero esta bien, asi no podrá sufrirlo. No le deseo mal alguno a todas esas mujeres que se fueron o me echaron, esto es asi, el viejo Charles tenia razón cuando decía que ningún amor resulta. Y si resulta, añado yo, preocúpate muchacho, porque es probable que no sea el amor lo que realmente esté funcionando, los miedos y la inercia tienen impresionantes disfraces. Abro la botella de whisky, enciendo un cigarro y doy un largo sorbo mirando al cielo. Mirar las estrellas borracho en la cumbre de un cerro, sin escuchar más que los grillos y otros bichos, el viento, el vaivén de la botella, el acelerado arder del tabaco al aspirar con fuerza, eso, eso es amor, eso es vida.
La noche va pasando a sorbos y estrellas fugaces, se que no pasare la noche en ese hotel. No soporto siquiera las paredes de mi propio apartamento en la capital y voy a soportar esas perturbadas y sucias murallas. Voy a marcharme de aquí, todavía no tengo muy claro dónde pero eso no importa, estoy seguro que este es un adiós con el cerro, con las luces de la estación, un adiós a Jess con sus idas y venidas, un adiós a esas cansadas tardes cargando y cargando vagones. Yo no nací para eso, por eso dure tan poco. Doy media vuelta despidiéndome del cerro, cuando llego a la solitaria plaza contigua al ferrocarril orina la cabeza de la estatua de otros de esos viejos burgueses de mierda, esta vez no hay destellos, no hay cámaras, no hay foto que haga que llamen días después para decirme que me publicaran. Ese gancho de imagen es útil con alguien más joven, cuando tienes veinticinco es irreverente, hoy, más de once años después, soy solo un desvergonzado viejo borracho orinando en público. De cualquier manera es irrelevante, esto nunca, nunca se ha tratado de los flash y toda esa mierda. Baje de la orinada estatua y camine hasta la zona de los cargadores. Al llegar me miraron riendo y me saludaron “Aquí todos vuelven” me dice un viejo compañero de labores “Me voy de aquí ¿Adónde va este tren?” le respondí mientras caminaba hacia ellos con la botella en la mano.

Luego de una larga negociación conseguí que me dejaran viajar por unos billetes, el tren iba hacia el sur. Me acurruque en uno de los vagones entre sacos de granos y frutas. El tren partió al amanecer. Contemplo los primeros rayos de sol, el traqueteo de la maquina me da fuerzas y pienso en un pueblo en el sur hacia el interior. Jano se fue a vivir allá hace varios años, me invito más de una vez. Dicen que ahí hay ríos cristalinos, bosques con árboles tan altos que parecen gigantes custodios que danzan con el viento, dicen que allí el alcohol es barato y las mujeres son bellas, radiantes. También hay cielos aún mejores que los que encontré en la cumbre del cerro del pueblo que hoy dejo atrás. ¿Qué más puede pedir alguien como yo? Puedo oler en el viento un aroma renovado, una mezcla de lavanda y menta, doy una mordida a una manzana roja y luego le doy el bajo a la botella de whisky. Es un gran día, este tren es mi barco y navego directo a un nuevo puerto, casi puedo saborear ese instante en que tendré que escapar furtivamente una oscura noche, casi puedo palpar esa botella de whisky que hará de despedida para volver a zarpar.  La hoguera en mi pecho se aviva y sonrió sacando el cuadernillo junto con el lápiz, la danza desenfrenada se libera y la tinta va creando mundos al compás del fuego adentro. Me importa una mierda si no me publican ninguna maldita página más, esto para mí, es mi suprema victoria.

Concierto de Tripas.


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